En un análisis
macro sobre el Puerto Rico que hoy vivimos y sufrimos quizás podría
decirse que no ha cambiado mucho
durante el último medio siglo. Más
o menos la misma población, numéricamente hablando, la misma geografía, la
misma organización gubernamental y municipal y la misma estructura económica,
aún con los cambios del último cuarto de siglo.
Sobre el
trasfondo de esa realidad macro, sin embargo, ocurren tres procesos que definen
el sentido de angustia y desesperanza del pueblo avisado y atento a las
condiciones que enmarcan su vida, en todos los sentidos.
En
primer lugar, salta a la vista la horrenda ola criminal de todo tipo, contra
hombres, pero especialmente contra mujeres y niños. La negación estadística del gobierno trata, pero no puede
negar la realidad estadística de la matanza cotidiana --- hombres contra
mujeres, hombres contra hombres, y hombres y mujeres contra niños. No hablo del maltrato moral y sicológico,
difícil de definir y procesar, sino del maltrato y la violencia física contra
la vida de los más próximos, los vecinos, los conocidos, los niños y las
mujeres. Tiene carácter de
epidemia.
¿Causas?
La crisis económica del País, la crisis de objetivos, el oscurantismo fundamentalista,
que es una especie de espiritismo con corbata y el fracaso de la praxis
educativa, a falta de cultura y compromiso.
Existe,
sin embargo, en segundo lugar y como respuesta al reguero político frente a
la violencia sin freno, una respuesta positiva y generosa de muchas personas y
grupos, que pueden denominarse --- a pesar de su diversidad y grado de organización --- Voluntarismo. Docenas, cientos, quizás miles de
ciudadanos privados --- mujeres y hombres todad las edades --- que se han echado sobre sus hombros la tarea de educar,
motivar, organizar grupos y comunidades hoy al garete, en torno a valores y
principios prácticos de convivencia sana y productiva, para sí mismos, para
sus comunidades y el País. Y lo
hacen con gran sacrificio personal y profesional, con sólo el poderoso
instrumento de la buena voluntad.
De esa manera, contra la mala voluntad de los sicópatas, de los hombres
de embuste, de los cobardes que sólo exhiben su supuesta valentía contra las mujeres y los
niños, estos voluntarios apuestan su buena voluntad a una mejor vida, personal
y comunitaria.
Queda
por analizar el proceso gubernamental frente a la crisis, y preguntarse, en esa
pugna de la mala voluntad contra la buena voluntad del voluntarismo, ¿qué hace
el gobierno? No se sabe. Anda perdido en el bosque de la reelección. Parece irrelevante. Quizás no lo es, pero no hay manera de
saberlo, porque ni informa, ni explica, ni educa. Le interesa más su propio ombligo burocrático que la gente…
la gente… ¿Recuerdan?
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