La
juventud --- madura, que no infantil --- que en el Partido Popular agita la
relumbrosa enseña de la soberanía, me despiertan dos recuerdos. En el mundo de la ficción el primero,
el del drama de Henrik Ibsen, Seis Personajes en Busca de Autor. El segundo, el capítulo político que
escribimos en la realidad del PPD en 1964, conocido como el Movimiento de los
22. Se trataba de un programa de
renovación total en las posturas y actividades del PPD, dominado en sus cuadros
dirigentes, excepto Muñoz, Fernós y Jorge Font Saldaña, por una generación
anquilosada programáticamente.
Cuando Muñoz les retiró el respaldo cayeron como guanábanas
maduras. ¿Frente a qué y quiénes
cayeron? No ante personas, lideres
jóvenes y articulados. Cayeron
frente a una explícita formulación programática, empezando por un sistema de
primarias garantizadas, un retiro de los ya ancianos legisladores de Cámara y
Senado, una vuelta a la justicia social y a un concepto económico de desarrollo
integral y no meramente de crecimiento, y una Reforma Universitaria.
Por lo
pronto, en 1964, cuatro legisladores jóvenes --- pintados, si no maduros ---
llegamos a la Legislatura, tres a la Cámara y este servidor al Senado: Luis Camacho, Severo Colberg, Pedro
Roberto Rodríguez y este servidor, respectivamente.
Esta
experiencia podría resultar aleccionadora a los jóvenes que hoy agitan sus
ideas ante la alta dirección del PPD.
Excepto que su planteo no es programático, ni arranca de las necesidades
del pueblo --- empleo, salud, educación, seguridad, y la competencia y
honestidad gubernamental necesarias para responder a ellas.
En vez
de planteos referentes a la democracia del partido, la honestidad del gobierno,
la relevancia de las respuestas, esta generación de jóvenes ha optado por las
poses ideológicas altisonantes que se resumen en la soberanía. En vez de enjuiciar el quietismo y la
morosidad del PPD en sus posturas programáticas, han optado por las galimatías jurídicas
de la quimérica --- en términos electorales democráticos --- soberanía, que por ser claramente
incompatible con la ciudadanía americana, lanzará a esta pilada de juventud ---
de otra manera valiosa --- a la irrelevancia y a la frustración.
Los
“jóvenes turcos” que en 1923 ayudaron a Kemal Pasha a modernizar y secularizar
a Turquía, no andaban con juridicidades, sino con realidades: modernización, democracia y economía.
Si esta
juventud vital e inteligente enfrentara a la vieja guardia con una modernización
de sus programas y su desempeño, tendrían futuro. Con lo otro, ni que lo piensen. Por eso la vieja guardia del PPD se saldrá con la suya. Ya tiró al ruedo la ciudadanía
americana, como raya en la arena, que los soberanistas no podrán cruzar.
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