La
democracia, antes de expresarse numéricamente el día de las elecciones, supone
y exige la competencia político-partidista. De esa manera, aunque el Bien Común exige unidad de propósito
y acciones, el Bien Particular --- los partidos políticos --- dividen, compiten
y desgarran la unidad necesaria para que lo que se haga desde el gobierno sea común
y no particular, del TODO y no de la PARTE, partidos.
Lo que
hay que tener meridianamente claro es que lo que es bueno para los partidos ---
ganar elecciones para escalar el poder a nombre de todos --- no es
necesariamente bueno para el pueblo que sostiene la democracia y los partidos.
Nada
ilustra mejor el choque de principios y valores que se da entre el buen
gobierno y el interés partidista --- entre la política democrática y los
partidos --- que la decisión del gobernante sobre qué va primero, el buen
gobierno o la reelección de un líder o gobernante particular.
El Gobernador
Alejandro García Padilla se ha enfrentado en días recientes a ese dilema de
principios y valores: el candidato, el partido, o el pueblo como receptor del
buen o mal gobierno.
El
Gobernador ha optado claramente por sí mismo --- su reelección, y la de su
partido --- por sobre los intereses del pueblo y su derecho a un gobierno
racional, eficiente, serio. No ha entendido
que la mejor política es la política de la verdad, de la justicia, de la
pulcritud administrativa, frente a su antípoda moral, la politiquería con los
dineros y la autoridad del pueblo.
Para mi
eso es lo que significa la expulsión de Fortaleza de Ingrid Vila. El cálculo es transparente: con ella decidiendo los asuntos de
gobierno con seriedad, firmeza y racionalidad, no gano en 2016. Sin ella, con un político partidista en
su posición es posible que vigorice al PPD y compre la voluntad del pueblo
decepcionado, y puedo reelegirme.
Es una
apuesta: buen gobierno o gobierno
partidista. ¡Buena suerte!
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