lunes, 1 de septiembre de 2014

Principios del Pensar Político: Ciudadanía y Soberanía


En más de una ocasión escuché de labios de Don Jaime Benítez --- amigo siempre, adversario en algunas ocasiones ---, enfrentado a actuaciones irracionales y bajunas de Carlos Romero,  la expresión lapidaria del demócrata en minoría:  “El error fue perder las elecciones”.  Porque ganar las elecciones, en un contexto democrático competitivo, es la primera obligación y aspiración del político.  Que existan en la vida valores más profundos y fundamentales para la vida humana, ni que decirlo.  Pero las elecciones son término y síntesis de porqué y para qué se combate cívicamente.  El que no le tenga aprecio y respeto a los votos, que se busque otro quehacer que le de sentido a su vida y a su responsabilidad con los demás.

Aspirantes a líderes hay, sin embargo, que en servicio a sus esquemas ideológicos, deprecian las elecciones, que es como despreciar a los electores.  El olimpismo retórico en servicio a ideologías abstractas e integrales les impide calar las circunstancias concretas que facilitan o impiden la realización de las ideas.  Si las cosas --- ya veremos más delante de qué se trata --- no se ajustan a sus olímpicos ideales, pues peor para las cosas.  Con la desventaja, en ese caso, de que las cosas siguen siendo como son, y patean a quienes las ignoran o desprecian como muy poca cosa para mentes sublimes y adelantadas.

Permítame el lector fundar estas observaciones en dos principios en que se anclan estas reflexiones.  Se trata de precisar el punto de partida de todo político, pero especialmente del político democrático, y por tanto del político o aspirante a tal.  Se trata de puntos de partida --- principios, decimos en filosofía --- que al argumentarse y aplicarse conducen a conductas intelectuales y prácticas enfrentadas.  O se parte --- en el primer principio --- de las cosas, de los objetos políticos, instituciones, grupos, intereses, pasiones, ideales operantes, enfrentados en la lucha cívica, e ideas y aspiraciones del animal social que es el hombre, o no se hace política.  Esa es la materia prima del político realista, pragmático, incrementalista hacia ideales y programas plausibles.  Aquí el carácter de la sociedad, su psique colectiva, constituye el punto de partida de toda posibilidad de justicia y progreso.

Por la otra banda anda político o aspirante a tal que  habita en el mundo de las ideas, de los ideales abstractos y absolutos, para medir con ellos la pobre realidad del hombre común y la sociedad compleja.

Aplicación:  los que andan, en el Partido Popular, asegurando los valores operantes del pueblo, aspiran a anclarse en las cosas como son y no como otros quisieran que fueran:  las vulgares cosas políticas y sociales, y culturales, como centro de gravitación política.  Por la otra banda andan los que quisieran que la política fuera otra cosa:  ¿Salvación nacional?  ¿Libertad política absoluta?

Los primeros --- con sus principios de realidad --- andan tratando de asegurarle al pueblo lo que este más aprecia, la ciudadanía americana.  Los otros tienen su visión atada a otra estrella, la salvación absoluta, con o sin pueblo.

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