viernes, 25 de mayo de 2012

De los Faraones de Egipto al Faraón de Guaynabo City

Faraones, sacerdotes, ejércitos sobre el lomo paciente de su pueblo; pirámides producto del trabajo esclavo --- por decenas de miles de años --- hasta este fin de semana, cuando se informará al País el resultado de las primeras elecciones democráticas de su larga y funesta historia.  Pero, al fin ese pueblo aterrizó en la modernidad, a menos que a última hora un faraón sui generis aborte y ahogue el grito de libertad de aquel sufrido pueblo.

Mientras tanto, aquí en Guaynabo City un pichón de Faraón tropical ha retrasado por más de 72 años el desarrollo democrático del País con su robo descarado de una primaria en su propio partido.  En el antiguo Egipto, y hasta los otros días, cualquier mandón torcía el rumbo del País y frustraba sus aspiraciones de libertad y democracia.  En Guaynabo City un faraoncito ad hoc ha ensuciado el moderno historial de limpieza de las primarias y elecciones puertorriqueñas, de 1940 a 2012.

Los hechos son esos, indiscutibles e indiscutidos, porque los mismos malhechores han optado por el silencio culpable en vez de declarar la verdad.  La policía municipal, de su jefe hacia abajo --- y Héctor O’Neill riéndose detrás de las cortinas --- han dicho que no pueden decir la verdad porque se incriminan.  Además, saben muy bien que “el hermano grande” --- el alcalde O’Neill – los está velando para botarlos.  ¡Esa es la policía de la que depende  la ciudadanía,  y ese el alcalde de que depende para la administración honesta de sus dineros públicos!

A la orilla de ese pantano, Luis Fortuño, presunto líder de ese partido, se vuelve un ocho, baila un baile del zambito leguleyo, para enredar una situación “transparente”, como le gusta reclamar de la boca para fuera.  Ni tiene la autoridad, ni tiene el valor para dirigir ese partido hacia fuera de ese pantano moral.

Recuerde el lector, y anote:  una cosa es el poder legal o ilegal que se ejerce, y otra, muy otra, es la autoridad moral.  A los faraones y los faraoncitos le sobra lo primero y le falta lo segundo.  Fortaleza y Guaynabo ilustran esa diferencia; mucho poder bruto, implacable, pero moralmente desnudo.  Como los antiguos faraones.

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