De mayor a menor, aquí nació Don Román Baldorioty de Castro,
forjador de la conciencia y de la
identidad puertorriqueña. De
rectitud acrisolada, murió en la pobreza extrema, a tal punto que hubo que
realizar una colecta entre amigos para sus gastos fúnebres. Insobornable, estoico --- faro moral en
las antípodas que ubican a Héctor O’Neill en la caciquería maltratante de todo
el que no se le rinde a sus esquemas de corrupción.
Andando el tiempo, muy cerca de donde resido, se ubicó el
gran político y mejor deportista, Don Rafael Martínez Nadal. Actor, intelectual, insigne abogado, presidió
con honor e integridad el Partido Republicano que formó parte de la Coalición
de 1933 a 1941. Con todo el poder
político en sus manos, supo servir a la democracia y dio instrucciones para que
no se obstaculizara la inscripción del nuevo Partido Popular Democrático, de
1938 al 1940.
Inteligencia, cultura, civismo compatible con el respeto a
la oposición --- era una medalla cuyo reverso se llama Hector O’Neill . Y para retratar la pérfida imagen de
O’Neill no hay que ir tan lejos.
Hace apenas unos años otro alcalde de Guaynabo, Junior Cruz, tan
político como el que más, no permitió que los humos del poder caciquista se le
fueran a la cabeza. Mantuvo muy
buenas relaciones con el liderato popular. Yo mismo, como Secretario de Educación, logré con él una
relación cordial y respetuosa, dentro de las diferencias de intereses que
representamos.
¡No hay que ser débil para ser decente! Los humos del poder se disipan al
chocar con la realidad y los derechos de los otros.
¿Cómo es posible que este alcalde mediocre, inculto,
borracho de poder, pretenda destruir el proceso electoral al servicio de una
pasión por un candidato?
¡Guaynabo City es un ridículo nacional! Es un centro de arbitrariedades
administrativas y de una dictadura ramplona. Y no crea el País que la corrupción de O’Neill se queda en
el fraude primarista. Guaynabo es
una ciudad muy rica, y O’Neill usa ese poder para perseguir a los pobres de las
comunidades especiales y alcahuetear a las clases pudientes de la ciudad,
construyéndoles proyectitos de muñeca para sus avenidas y accesos.
No crea el País que la corrupción de O’Neill se queda en el
robo primarista. El carácter y la
integridad son de una sola pieza --- y sus opuestos también. Quien roba primarias roba dinero
público, sin inmutarse, porque la enfermedad del poder sin freno….… no tiene límites.
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