martes, 15 de mayo de 2012

Sobre el Derecho “Absoluto” a la Fianza

Cuando en los asuntos prácticos --- morales, políticos, y de relaciones humanas oigo el vocablo “absoluto”, se me activan las antenas de la precaución intelectual.  Porque en esa vida social y política las cosas no siempre caen cara o cruz --- como decía Ortega y Gasset, en la política la verdad cae de canto.

Creo que el lector necesita, para apreciar con justicia la posición de Alejandro García Padilla sobre la enmienda constitucional al “derecho absoluto” a la fianza, una mirada histórica a las condiciones y circunstancias en que se aprobó ese derecho en nuestra Constitución.  Llamo la atención a dos factores en aquellas circunstancias:  en primer lugar, se trataba, en 1950-1952, de una sociedad rural, segura, de la mitad de la población que hoy tenemos.  En segundo lugar, la composición de la Asamblea Constituyente estaba recargada en demasía hacia abogados criminalistas --- Víctor Gutiérrez Franqui, Benjamin Ortiz, Luis Negrón López, Arcilio Alvarado, Santiago Polanco Abreu, entre muchos otros, quienes naturalmente pensaban positivamente de su profesión.

Sea el caso como fuese, históricamente, no puede caber duda de que nuestra sociedad industrial-comercial urbanizada difiere radicalmente de aquella pequeña sociedad rural, tranquila, pacífica.  El proceso de “mejicanización” --- droga, dinero, armas de fuego, familia y sociedad descompuestas, y el crimen como lenguaje de comunicación social --- confronta a nuestra sociedad con retos y soluciones más a la altura de los tiempos, lejos de las rúbricas litúrgicas de unos derechos civiles absolutos que dejan indefensa e inerme a la comunidad víctima del terror criminal.

Piense el lector de estas líneas, ¿a quiénes y a cuántos protege el derecho “absoluto” a la fianza?  De nuestros cuatro millones de ciudadanos, ¿cuántos perderían ese derecho absoluto  a la fianza si delinquen en forma macabra contra sus conciudadanos --- así determinado por Fiscalía, y por un juez con discreción para así confirmarlo?  Se trata de un pequeño grupo, menor a una décima del uno por ciento, que perderían por unos meses el privilegio de la libertad, con todas las garantías de Fiscalía y el Tribunal para la evitación de errores lamentables.

Ese no es mucho sacrificio para asegurar la paz del resto del 99.99 por ciento de la población.

¿Puede decirse con seriedad de que se está creando la sociedad fascista porque todos los criminales no gozan del derecho “absoluto” a la fianza?

Los Estados Unidos de America, el país más humano y comunitariamente libre de la tierra, ¿es acaso fascista porque no complace en esto a los ideólogos marxistas y fidelistas, sabiendo como saben que el marxismo y el castrismo aborrecen los derechos ---todos --- de las personas frente al Estado?

La función del político democrático ---Alejandro García Padilla en este caso --- es facilitar las transiciones sociales, aún en el caso en que sus propios seguidores padezcan de confusión y ambigüedad.  Así es la vida política.  Pero un líder que envuelve a sus seguidores en unos cursos de acción, les debe la lealtad de ilustrarlos, aunque se quede solo, aunque el cálculo político en estos casos --- y lo es necesariamente en el caso de Alejandro García Padilla --- es el de contribuir a la victoria.  Si esa victoria es obtenible con una rectificación, en honor a la realidad objetiva de las cosas, no hay porqué permanecer de rehén político de unas expresiones incompletas y prematuras en sentido contrario.

Porque la responsabilidad principal del líder democrático es ganar las elecciones, por el pueblo y para el pueblo, no importan las espinas del camino.  Que conserven la terquedad del error los ideólogos, los iluminados, los que César Andreu Iglesias llamó “los derrotados”.

La democracia no trata de la feliz consistencia, terca e inflexible, sobre un asunto dado.  La democracia trata del Bien Común.  Ese bien común, como condición normal de tranquilidad, sí que es un derecho absoluto. No se puede confundir los derechos políticos con la imprudente protección “absoluta” de los criminales, por unas semanas a lo más.

Que unas docenas de presuntos criminales pierdan la libertad por unas semanas en lo que se documentan sus crímenes resulta mucho menos oneroso que toda una comunidad viva mexicanamente a sobresaltos por rendirle pleitesía ritual a un manual ideológico político que gira contra a la tranquilidad de todo el pueblo.

Alejandro García Padilla puede explicar al pueblo todo cuanto quiera sobre su evolución racional en este asunto.  Pero no tiene que darle excusas a sus enemigos ideológicos, que nunca estarían con él, aunque les hablara desde el Sinaí, o de la Sierra Maestra.                         

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