miércoles, 30 de mayo de 2012

Los Padrinos de Héctor O’Neill

La prensa informa que el alcalde de Guaynabo se ha agenciado dos asesores para su comparecencia al Comité Investigador del fraude de Guaynabo que --- el País sabe --- él dirigió personalmente.  El primer padrino es Ramón Luis Rivera, el viejo --- un marrullero político de luxe ---, que a fuerza de besos y abrazos salió millonario de la alcaldía de Bayamón  con un módico sueldo de alcalde.  Por eso comprende tan bien a Héctor O’Neill, su discípulo en esas andanzas y quien se dejó decir en la prensa que lo que O’Neill tenía que hacer era a lo hecho pecho porque se trata de una “tontería”.  Es decir, el robo de la democracia es una tontería.

El otro asesor --- legal esta vez --- de Hector O’Neill es mi amigo, distinguido criminalista Joaquín Monserrate Matienzo, una autoridad en materia de evidencia:  es decir, ante la evidencia clara de un delito, él puede desaparecerla --- ¡ahora la ves, ahora no la ves! Es obvio, un crimen necesita un criminalista.  Se trata casi de una confesion. Hace tiempo acuñé una teoría sobre los abogados criminalistas:  yo sé si el acusado es culpable o no dependiendo de quien es su abogado.  Modificando levemente el dicho bíblico de los frutos, podríamos decir: “por sus abogados los conoceréis”.  Pero ese es nuestro sistema adversarial de justicia criminal.  Claro, O’Neill no se ha quedado en su abogado y en su panita ex alcalde de Bayamón, ya que otros dos marrulleros locuaces han defendido su santa inocencia:  el alcalde de Toa Baja, Aníbal Vega Borges, y el de Yauco, Abel Nazario.  El primero alega haber sido profesor de derecho.  Parecería que de entuertos le quedaría mejor.  El segundo es una manguera rota de politiquería sobre absolutamente todo en el universo.

Todo este seudo-proceso de investigación quedará en nada.  Fortuño favorece el amapucho y el presidente de la Comisión Estatal de Elecciones da señales de flaquear ante el interés de Fortuño de que se tape la porquería a la mayor brevedad.

Ante todo ese espectáculo de prostitución del proceso democrático, queda el pueblo de Guaynabo estupefacto.  Porque por abajo el fraude lo urdió y dirigió O’Neill, pero por arriba el encubrimiento lo dirige Fortuño.

Por arriba los guaynabitos insaciables de poder y dinero, por abajo, la clase media y pobre, que ha perdido hasta la fe ante el desmoronamiento moral de sus ídolos de barro.

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