domingo, 13 de mayo de 2012

Luis Fortuño: Del Liderato Despótico al Liderato Enclenque

Existen dos grandes divisiones con respecto al liderato, el patrón de mando que se ejerce desde el estado sobre los súbditos o ciudadanos.  El primero es el liderato o poder despótico que ejerce el “despotés” --- el mandón de turno --- sobre el cuerpo de la ciudadanía.  Desde antes de las Guerras Persas de la  antigüedad --- Oriente siempre líder de la tiranía, como lo sigue siendo hoy ---, y como anunciaba Hegel, solo existía un hombre libre: el déspota.

Aún en Occidente hubo que esperar hasta mediados del siglo 17, en Inglaterra, para consagrar el consentimiento de los gobernados, y la soberanía del pueblo como fundamentos de la legitimidad del poder público.  Ese hecho suscitó, en adelante, abundantes y complejas reflexiones sobre los principios de liderato que acredita el ejercicio del poder legítimo de unos ciudadanos sobre otros.

El estudioso que con mayor sistema y enjundia estudió esa transición, y explicó para el mundo actual las variedades de ese liderato legitimo, basado en la ley, fue el sociólogo alemán Max Weber, a principios del pasado siglo.  En una serie de libros sobre el capitalismo y la religión, y sobre la política como vocación, acuñó una nomenclatura todavía válida hoy, sobre los tipos de liderato que confieren poder en un contexto de sociedad libre.

Clasifico Weber las variedades de ese liderato en tres divisiones:  liderato carismático, basado en el mero impacto de la personalidad, la presencia del líder, que atrae y arroba a sus seguidores de una manera poco menos que irracional.  En segundo lugar, ha sido frecuente en la historia y en la actualidad un tipo de liderato tradicional, hijo de la herencia, el hábito, la cultura política.  Finalmente, habló Weber del liderato racional: basado en razones, análisis, alternativas, proyecciones de consecuencias.

Por mi cuenta añado y acuño un cuarto tipo de liderato, compatible con el análisis Weberiano:  el liderato operacional, basado en el manejo competente de los factores políticamente significativos en un contexto de sociedad libre, el liderato que produce resultados deseables para la comunidad política.

Invito al lector a ubicar a Luis Fortuño en esa madeja de lideratos posibles. Pero le adelanto que no hay espacio en ella para los timoratos, los enclenques, los asustadizos. 

Luis Fortuño engañó al País de una manera fundamental:  corrió para gobernador y no gobierna nada.  No gobierna el Ejecutivo, que es una enredadera de republiquitas y corrupciones.  Nadie le hace caso, y no es líder de nadie.  No gobierna --- no liderea --- el PNP porque no se atrevió a tiempo a enfrentarse al maleante de Trujillo Alto.  No gobierna al club incívico de damas  de la Cámara.  No es líder ni moral ni político, de los alcaldes, que hoy se retratan ---los más locuaces, Abel Nazario, Vega Borges, Héctor O’Neill --- como autónomos en la defensa de la corrupción, la suya y la ajena.

Ciertamente Max Weber no estaba pensando en Luis Fortuño para su nomenclatura de liderato.  El liderato enclenque, de conejo asustado, fruto de la mendacidad y la traición --- no cabe en su sistema, porque representa el anti-liderato: ¡ni fu ni fa! ¡Tira la piedra y esconde la mano!

1 comentario:

  1. Felicidades Profesor. Puerto Rico necesita los eruditos y la experiencia para medir el presente y disenar el futuro. Sabemos que podemos contar con su intelecto como antes pudimos contar con el "cerebro magico" Geigel Polanco. Gracias por sus aportaciones. Salud.

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