Resulta
tentador para Alejandro García Padilla, desde el principio de enero, asumir la
posición consentidora de la amnistía genérica para con los ladrones de la
desgraciada administración de Luis Fortuño, a nombre de la paz --- “kiss and
don’t tell” --- entre los partidos y la tranquilidad del pueblo. Esa tentación hay que rechazarla, y
someter, por el contrario, a todos los delincuentes de los Departamentos,
agencias y municipios al juicio de la ley. Hacer lo contrario sería tolerar la corrupción como cosa
natural, y hoy por tí y mañana por mí.
El País
necesita una limpieza moral que sólo la aplicación estricta de la ley puede
proveer. Recuérdese que la
respuesta moral y legal al “holocausto” nazi contra todas sus víctimas tuvo que
pasar por los Juicios de Nuremberga: nada menos que algo parecido a eso puede depurar la indignación
generalizada que este pueblo siente por el patrón criminal que desde el primer día
exhibió Luis Fortuño y su equipo de gobierno, para beneficio de su clientela
guaynabita. Uno de los primeros
actos del nuevo Secretario de Justicia debe ser la creación de un fiscal
independiente dedicado a desentrañar la estructura de las crasas violaciones de
ley y de ética de Luis Fortuño y compañía.
Puede
haber un sector en el Partido Popular, tan conservador y oportunista como han
sido los penepés, que aconseje mirar para el otro lado para lograr galones de moderación
y prudencia. Tal actitud, y la
conducta que de ella se derive, comunicaría al pueblo que su decisión de
vomitar a Fortuño y Santini y a la
corruptela legislativa que los apoyaba y los imitaba fue una casualidad aritmética
y no un levantamiento cívico contra los ladrones del Bien Común y su tesoro.
Cuando
las revelaciones producidas por el proceso de transición demuestran a diario el
vandalismo fiscal y la destrucción del servicio público, una actitud
consentidora de parte del nuevo gobernador enviaría una malísima señal al
pueblo de que no era serio lo que se le dijo en la campaña, y que el peculado
ocurre de forma igual en todos los gobiernos, por lo cual no hay que excitarse mucho
por toda la conducta inmoral, ilegal, y desfachatada del fortuñismo.
Recuerden
los líderes del PPD que en la democracia, después de unas elecciones, siempre
llegan las otras elecciones, y que la teoría de que el pueblo lo olvida todo
salió derrotada el pasado 6 de noviembre. A menos que el liderato del nuevo gobierno no quiera acreditar, con su
permisividad moral, la tesis manida de los nuevos partidos, y del viejo PIP, de
que el PNP y el PPD son iguales.
Mañana
les llamaré la atención, al nuevo gobierno y al pueblo de Guaynabo, de un caso
crítico que esta advertencia amigable quiere destacar: el fraude de Héctor O’Neill.
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