No
existe duda alguna que el pueblo de Puerto Rico se siente aliviado, y puede
respirar hondo, después de la pesadilla de Luis Fortuño, el pirata vestido de
monjita de la caridad para robarle a este pueblo, él y sus saqueadores del
tesoro público, su fe ingenua en promesas de campaña.
El
hombre salió perverso, con una obsesión enfermiza por el dinero --- el del
pueblo --- y la mentira. Todavía
sigue mintiendo por ahí, cada vez que abre la boca. Menos mal que sólo le quedan dos semanas de vandalismo
ejecutivo, con el que pretende tenderle un cerco legal, político y moral a la
nueva administración para llevarla a la impotencia, como hizo el borrachito
José Aponte como Presidente de la Cámara contra Aníbal Acevedo Vilá del 2005 al
2009.
Fortuño
es pasado, olvidable como gobernador, aunque inolvidable como espécimen de
traición al pueblo y a sus instituciones de gobierno civil, civilizado, que es
lo que significa el vocablo.
Lo que
ha hecho este farsante después de perder las elecciones no tiene precedentes en
la historia de Puerto Rico desde Ponce de León hacia acá. Porque gobiernos anteriores sí
nombraron personas después de las elecciones que perdieron. Pero fueron muy pocas, y en todo caso
de méritos profesionales reconocidos.
No nombraron basura, delincuentes, politiqueros y politiqueras vulgares,
despreciados por sus pares en sus oficios, sino a personas que contaban con el
endoso institucional de sus colegas profesionales. No hay palabras para caracterizar las porquerías que con
sumo gusto --- como gato que se ha
comido tres lagartijos --- ha cometido Luis Fortuño después del 6 de noviembre,
y a la luz de su rechazo por el pueblo.
Las ratas de cloaca tienen mejores escrúpulos.
Ahora
bien, si todo eso es odioso, si está mal, y así lo afirma el Partido Popular
Democrático, es de suponer que acometerá correcciones reparadoras de todo ese
vandalismo. Algunas de esas
reparaciones tienen que ser judiciales, otras administrativas, otras en
términos de enjuiciamiento moral que tenga efectos educativos en la opinión
pública. Lo contrario sería
suponer que el pueblo, ganando donde podía ganar, en las casetas de votación,
pierde siempre cuanto los políticos que elige le salen cobardes, jojotos,
oportunistas, y por eso también traidores. No puedo creerlo.
Tenemos que esperar que se complete el cuadro gubernativo y podamos
juzgar decisiones y no meramente expectativas.
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