El título
de hoy contiene dos planteos. Uno,
el valor, el coraje moral y político como deber, como obligación ética de las
personas elegidas por el pueblo, y la otra, la obligación política contraída
con ese pueblo --- con la gente que no puede actuar directamente, pero que delega
con su voto para que sus líderes actúen en su nombre.
Junto
al crédito histórico bien ganado como un partido de servicio público eficiente
y honesto, el PPD se ha ganado también una imagen de timorato, pusilánime,
frente a los retos morales obvios, ajorando la prudencia hasta el punto de la parálisis. Por eso lo que hay que hacer tiene que
ser creativo, transformador, y también correctivo, reparador, implacable con
los ladrones que se han repartido el patrimonio público que quedaba del “banquete
total”. Tratar de crear, innovar,
sobre las protuberantes cenizas del fortuñismo es misión imposible, y lo único
que logrará es abonar plausibilidad a la histórica acusación de que ambos
partidos son los mismos.
La
estafa legal y moral perpetrada por Luis Fortuño --- con una carita fresca que
es la envidia de las lechugas --- no puede quedar impune, porque ello sería
legitimarla. Y entonces, siempre habrá
el 2016.
La prensa
escrita seria del País --- a diferencia de los pasquines prostituidos --- ha documentado
hasta la saciedad el saqueo que Luis Fortuño y su mafia de millonarios y la
morralla del PNP. El lector habrá
notado que los editoriales y noticias de esa prensa ya no encuentra como
expresar su asombro y su repudio a esta ratería que, calladito, ha dirigido
Luis Fortuño desde Fortaleza. En
esa dimensión de expresión pública hay que recordar que la política y la prensa
educan o deseducan, en todo caso forman opinión pública. Y yo francamente noto que a los
editorialistas se le están acabando las palabras para describir la sordidez de
esa administración saliente, que de salida, en la puerta, se está robando
descaradamente lo que no se habían robado en los cuatro años.
La
prensa dice un día, “escándalo”, pero al otro día tiene que decir
“desfachatez”, ya mañana tendrá que decir “robo conspiratorio”, y pasado mañana
pensará cosas impublicables. Y no las publicará por vergüenza, por
pudor, de lo que no padecen Fortuño y su mafia.
Por
todo lo anterior, la prudencia inhibitoria que empiezo a escuchar de la
administración entrante me preocupa, porque paraliza moralmente para no hacer
lo que viene obligada a hacer.
Llamo
la atención al lector --- y al nuevo liderato, si quiere escuchar --- sobre dos
asuntos que se caen de la mata, a la falda de la nueva Asamblea Legislativa y
al Departamento de Justicia.
El
primero tiene que ver con quién debe y quién no puede tomar posesión de su
escaño en enero. Cada Cámara es
juez exclusivo de a quien sienta o
no, porque cumple o no con los cánones mínimos de ética para formar parte del
Cuerpo, sin denigrarlo. Me es
absolutamente claro que Antonio L. Soto, del Distrito 6, de Guaynabo, como
producto del fraude electoral cometido por él y por Héctor O’Neill, no debe
sentarse hasta que una corte determine si fue electo fraudulentamente o
no. Igual debe acontecer con María
Charbonier, que enfrenta cargos en el Tribunal Apelativo por cobros ilegales al
Municipio de Canóvanas. Eso en el
frente legislativo.
En el
frente municipal, el nuevo Secretario de Justicia debe iniciar una
investigación seria sobre el fraude electoral de Guaynabo. Debe ofrecerle inmunidad a los
implicados originales en el operativo del alcalde O’Neill, de tal manera que
surja la verdad que O’Neill, Fortuño y Somoza han ocultado descaradamente.
No se
trata aquí de cacería de brujas, como algunos han dicho para justificar el no
hacer nada: se trata de encauzar
delincuentes políticos, de los hasta ahora exitosos conspiradores contra nuestra
frágil democracia.
¿Se atreverá
el PPD, o no se atreverá? “The
proof of the pudding is in the
eating”, como dice el americano. El
pueblo estará pendiente para ver a qué sabe ese bizcocho.
No hay comentarios:
Publicar un comentario