La
Universidad, toda universidad que merezca ese nombre, desde el Renacimiento
hasta el actual oscurantismo que rodea su nombre, sufre casi por necesidad la incomprensión
a manos de los intereses políticos inmediatos, o a intereses filistinos
comerciales, o ideologías políticas y religiosas totalitarias.
La
Universidad de Puerto Rico no es, no ha sido, hasta la hora que escribo estas líneas,
excepción a esa regla o maldición.
Desde
su fundación en 1903, como una escuela normal, esto es, de dos años de preparación
de maestros para el sistema de educación pública, los poderes políticos han
estado siempre en acecho para controlarla para sus propios fines, hasta el
punto de que hasta 1942 los principales líderes políticos legislativos dirigían
su junta universitaria de gobierno.
En 1942
Don Luis Muñoz Marín y la legislatura popular asumieron la primera actitud de
abnegación política, mediante una Ley de Reforma Universitaria que aseguró,
hasta muy recientemente, la autonomía universitaria en el sentido académico,
docente, aunque gerencialmente el Estado se reservó la designación de los
principales dirigentes universitarios, en representación de la comunidad política.
Esa ley, sin embargo, lo único
que le concedía a los componentes internos de la Universidad era un Consejo
General de Estudiantes, con voz, pero sin voto real para decidir sobre
programas académicos y funciones administrativas. Aún esa escasa participación hizo crisis en una huelga
estudiantil universitaria en 1948, de clara motivación política
nacionalista-independentista, que lo único que consiguió fue la abolición del
Consejo General de Estudiantes, hasta su restitución en 1966, tras la nueva Ley
de Reforma Universitaria que tuve el honor de defender dentro de la Universidad
de 1963 a 1965, y dirigir su aprobación en 1966 desde el Senado de Puerto Rico.
Todas
las controversias universitarias, de 1942 a 1966, giraron sobre participación,
externa e interna a la Universidad, pero durante esos 24 años ocurrió en la
Universidad una revolución y modernización académica que colocó a la
Universidad de Puerto Rico a la altura de las mejores universidades
norteamericanas y latinoamericanas de aquellos tiempos, bajo la dirección
inteligente, vigorosa y firme de Don Jaime Benítez y una generación de académicos
entrenados en las mejores universidades del mundo.
Debe
recordar el lector que el conflicto dirigido contra Jaime Benítez, desde dentro
y desde fuera de la Universidad --- hasta el acto francamente torpe de Don Luis
Muñoz Marín de pedirle la renuncia al Rector Benítez en 1957, no se refería, ni
afectó en lo más mínimo la autonomía
académica de la Universidad, hasta la toma de la Universidad por las fuerzas
del penepeísmo político en 1970-71.
Muñoz corrigió su error y la Universidad no sufrió daño alguno. Se respetó su autonomía fundamental, la
académica, hasta la llegada de los sarracenos.
El
problema de la toma partidista de la Universidad desde 1971 en adelante reside
en la mediocridad intelectual que se le impuso a la institución, que ha tocado
fondo en los años recientes, hasta la hora en que escribo.
Es
lamentable que la respuesta de Alejandro García Padilla a la toma penepeísta de
la Universidad mediante el empaquetamiento de la Junta de Síndicos sea
empaquetarla otra vez con una mayoría suya para sustituir la mayoría de
Fortuño. Ambas cosas son
deplorables, especialmente cuando la Universidad como academia sobre el saber y
la cultura, universal y puertorriqueña, no figura para nada en la legislación
propuesta.
Decía
Don Manuel Kant, que la mente humana producía dos tipos de ideas. Unas eran regulativas, que dirigían la
atención de la mente hacia una dirección de los fenómenos, unos aspectos, u
otros. Otras, las esenciales, eran
constitutivas. En la vida humana
social y política la mayoría de las ideas y realidades son regulativas,
directivas. Por ejemplo, con
respecto a la Universidad, sus estructuras de gerencia son directivas,
regulativas. Pero el proyecto académico,
la estructura curricular dirigida al saber, al apreciar, y el hacer, son ideas
constitutivas: la esencia de la
naturaleza y función de la Universidad.
Eso ha estado ausente en el asalto de Fortuño a la Universidad. Parece que está igualmente ausente en
la propuesta reorganizativa de Alejandro. Ambas son reformas partidistas.
Mientras
tanto, lo verdaderamente universitario, espera por Godot, quien no ha quedado de venir.
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La crisis del ELA va a tener efecto en el Mercado de Bonos de los Estados Unidos. Se les está acabando el tiempo a las 100 familias. Ya no queda mucho por vender en Puerto Rico. Si degradan los bonos de Puerto Rico al nivel de chatarra, muchas instituciones inversionistas tendrán que deshacerse de ellos pues no lo pueden mantener en sus carteras. Eso redundará en un aumento en los intereses, lo que a su vez empeorara la situación fiscal del gobierno de Puerto Rico y del sistema de retiros.
Así pues, vemos que la tarea de Fortuño, lejos de traer la estadidad, era reducir la deuda a costa de los sufrimientos de la clase trabajadora de Puerto Rico para preservar la calificación de los bonos. Pues las 100 familias tienen gran parte de su fortuna invertida en esos bonos exentos. De subir los intereses, por necesidad el valor de sus activos baja.
Es falsa la idea de que no hay dinero y de que el pueblo trabajador se tiene que ajustar los pantalones para salir adelante. Lo que hemos visto por los últimos cuarenta años ha sido un deterioro del nivel de vida de la clase trabajadora y aumento en la riqueza de la clase propietaria que en Puerto Rico no solo se ha beneficiado de la globalización y de la tecnología sino de una evasión contributiva rampante. Como resultado le han sacado el jugo a Puerto Rico hasta dejarlo como decía Abelardo Díaz Alfaro en mero bagazo.
En términos globales el mundo ha vuelto a la globalización de la Belle Epoque que como todos sabemos termino con la primera guerra mundial y la gran depresión. Puerto Rico no puede continuar con un modelo económico de salarios bajos y de exención contributiva diseñado en los años de la Gran Depresión, suplementado con fondos federales y un mayor endeudamiento. En ambos renglones se ha llegado al final del camino.
También es falsa la idea de que las expectativas de los puertorriqueños no se adaptan a la realidad económica. Lo que sí es cierto es que el modelo económico del ELA no puede satisfacer las aspiraciones legítimas de la población puertorriqueña. Tanta Universidad y tanto estudiar para luego decirnos que nos tenemos que conformar con un salario mínimo y si no nos gusta en el aeropuerto pueden encontrar vuelos directos a los 50 estados. Ese fue exactamente el resultado de los países del bloque soviético. Después de tanto socialismo y tanto sacrificio descubrieron que la ruta del progreso era el capitalismo. Raúl Castro no encuentra como decírselo al pueblo cubano sin que le vuelen la cabeza.
Lo que procede ahora es completar la Unión fiscal de Puerto Rico con los Estados Unidos para que el factor capital contribuya con la reconstrucción del nuevo Puerto Rico. El dinero existe, lo que no existe es una estructura política capaz de gravar el factor capital y utilizar esos fondos para invertir en Puerto Rico.