lunes, 18 de marzo de 2013

Las Lecciones de un Triunfo Deportivo


No soy un deportista profesional.  Si acaso, un fanático “part-time” de nuestros equipos.  Pertenezco a la época de mentores deportivos como Rafael Pont Flores y Pepe Seda, mis amigos además en sus últimos lustros de faena deportiva.  Lo ocurrido en San Francisco anoche, sin embargo, me mueve a una reflexión deportiva, pero mucho más.

El lector sabe que en las competencias deportivas de Puerto Rico hacia dentro, nos dividimos las lealtades y los respaldos y los entusiasmos.  Guerrillas de familia.  Pero cuando competimos playas afuera, nos convertimos en patriotas combatiendo al extraño, y sufrimos las derrotas y nos gozamos las victorias como un sólido haz de orgullo y unidad deportiva y más allá del deporte.

Los últimos triunfos de Puerto Rico en la arena internacional del béisbol han llegado al tuétano de nuestra nacionalidad, mediante triunfos contra los dos equipos proclamados por la cátedra deportiva como punto menos que invencibles:  Estados Unidos y Japón.  Vale recordar que esa cátedra deportiva, en su vertiente norteamericana, nos menospreció como opción de triunfo en los partidos cruciales.  ¿Qué pasó?

Por un lado, que la pelota es redonda, y el bate tiende a serlo igualmente.  Pero detrás de esa igualdad de condiciones opera un espíritu orgulloso, combativo, disciplinado y capaz de auparse hasta la grandeza.  Eso fue lo que sucedió exactamente esta semana en Miami y San Francisco.

¿Claves más allá del patriotismo y la destreza peloteril?  Tiene razón el gobernador cuando acertadamente destacó el rol del tesón, la cría boricua --- hasta la fecha bastante limitada al deporte y algunos episodios aislados y trágicos de nuestra historia --- en estos objetivamente inesperados triunfos.  Pero se queda corto el gobernador, porque la clave de esos dos triunfos --- enviar temprano a casa a los americanos y a los japoneses --- estuvo en la dirección del equipo, en ese magnífico y taciturno líder que es Edwin Hernández.  Enfrentado a la leyenda Joe Torre --- el gurú Yankee, y su equivalente japonés --- los superó en estrategia, en tácticas brillantes en la utilización de sus supuestos inferiores recursos, especialmente en el uso de sus relevistas, que le respondieron con la precisión de reloj suizo, mientras Torre y Madduc molían vidrio por el fallo de los suyos.

Edwin Hernández jugó su equipo como tal, como un todo perfectamente acoplado:  dirigido, como se supone hagan los líderes, sin aspavientos, sin vacilaciones, sin complacencias para nadie que no sea el equipo y la victoria.

El que no aprenda de esta experiencia es porque no quiere, o no puede, que es igual.

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