En términos
de menos de una semana, dos agencias federales le han propinado a Puerto Rico
dos sopetazos o bofetadas contra la medula misma de su economía y su
salud. La primera bofetada --- un
insulto a la inteligencia promedio del puertorriqueño --- tuvo que ver con
Vieques y la herencia venenosa que allí dejó la Marina de los Estados Unidos
después de siglos de abusos y contaminación de su tierra, aire, y agua. Claramente no perdona esa parte del Pentágono
la conducta cívica, viril y de coraje moral que finalmente los expulsó de allí,
respondiendo a la unidad del pueblo puertorriqueño contra el genocidio que
practicaron por décadas. Para el
caso de Vieques hubo pueblo, pueblo unido, de la calle a Fortaleza.
Ahora viene
la venganza, ahora viene una agencia federal que contrató a unos sicarios del
ambiente a decir que la incidencia de cáncer y otras enfermedades en Vieques
--- escandalosamente superior a las de la Isla Grande, --- no tiene nada que
ver con los envenenamientos de la Marina.
¡A otro perro con ese hueso!
Y, ¿qué ha hecho el gobierno frente a esa afrenta a la verdad y a la
experiencia? Nada. “There is nobody home”. El pueblo está solo, indefenso frente
al ataque brutal a la gente y a la verdad.
Sólo transcurrieron
unos días para que el Imperio --- nuevo protagonista de la Pax Romana, la paz
de Augusto --- nos asestara otro golpe a nombre de su poder para hacerlo.
Esta
vez por voz del GAO --- el General Accounting Office ---, brazo técnico estadístico
del Congreso para alimentar o desbancar iniciativas congresionales o
presidenciales. ¿Qué ha dicho esta
vez? Pues ha contestado la
petición congresional para un estudio profesional sobre la viabilidad y
conveniencia de excluir al Estado Libre Asociado de la cláusula mercantil que
obliga a los Estados y territorios a transportar mercancías --- hacia o desde
los Estados Unidos --- en barcos de exclusiva matrícula norteamericana, los más
caros del mundo, que nos cuestan cientos de millones de dólares al año. ¿Y que concluyó GAO? Pues concluyó que la cláusula de
cabotaje como está es intocable porque sirve bien a los intereses económicos de
los Estados Unidos, aunque resulta onerosa, explotativa contra nuestra economía,
por lo que resulta intocable.
Nada de
lo anterior nos sorprende. Eso es
historia, eso es el imperialismo.
Lo que nos sorprende es la reacción supina, endeble, francamente
entreguista del gobernador ante un fracaso tan palpable. Pretender convertir ese fracaso en
principio de un éxito palpable andando el tiempo es sencillamente patético.
¡There
is nobody home!
¿Por qué degradan el crédito de Puerto Rico?
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