Puerto
Rico languidece --- y a la vez se sobresalta --- ante el aterrizaje ruidoso de
sus finanzas públicas y la anemia de su economía privada.
El
modelo de más de 65 años de importar capital a base de irresponsabilidad
contributiva, y de gasto público sin medida ni sentido prudencial de recursos
por parte del Estado, ha caído de bruces ante el cúmulo de demandas sociales,
de irresponsabilidades gerenciales, y de la adicción al fiao: el margen prestatario ha volado en
pedazos y la economía privada prefiere tener su dinero en los bancos o en la
Bolsa de Wall Street en vez de asumir los riesgos y las incertidumbres del
capitalismo que predica y no practica.
La
irresponsabilidad fiscal la inicio Pedro Rosselló, quien les añadió a la
rampante corrupción --- más de cuarenta ladrones en las cárceles --- su teoría
de la deuda “extra-constitucional”, que violaba literalmente la Constitución. Le siguió Sila María Calderón, quien añadió
a esa deuda ilegal para acallar los sindicatos. Aníbal Acevedo Vilá no empeoró ese cuadro porque el saboteo
del PNP en la Legislatura alcanzó no sólo lo bueno, sino lo malo también. Al llegar Fortuño se rompen todos los estándares
de irresponsabilidad y de mendacidad.
Se ganó un sitial en nuestra historia: el gobernador más corrupto y embustero desde Ponce de León. Dilapidó y repartió entre sus amigotes
billones de dólares que recibió del gobierno federal y que al día de hoy no se
sabe a dónde fueron a parar, mientras repartió el tesoro del Estado Libre
Asociado en contratos leoninos a sus personeros incondicionales del PNP. Por eso su nombre ha quedado como un
insulto en el habla ordinaria de nuestro pueblo.
De
momento, sin embargo, a quien se le ha trancado el bolo es al gobierno y sus
instrumentalidades. ¡Se acabó la
vida loca!
Las
agencias evaluadoras del crédito del estado y sus organismos administrativos y
fiscales han hablado: ¡La chatarra
asoma, si es que no ha llegado ya!
En la economía privada el capitalismo
se inventó hace tiempo el concepto de la corporación como entidad o agente económico
de “responsabilidad limitada”. Así
las personas rehúyen las consecuencias de sus malas decisiones. “No fui yo, fue la corporación”. Ello ha permitido el crecimiento
galopante de las economías nacionales y globales sin responsabilidad directa
para los agentes reales de las decisiones económicas. El Estado como persona jurídica, sin embargo, es agente,
actor, y responsable por sus irresponsabilidades. Y nosotros, todos los adultos de esta sociedad somos el
Estado. Y nuestras actitudes y
conductas conforman el estado de situación por el que atravesamos y el estilo
en que se confronta esta crisis sin precedentes.
El
problema es doble: la depresión
fiscal y económica es de todos, y todos tenemos que estar involucrados en su solución
o mejoría, a corto y a largo plazo.
Ha llegado la hora en que se ha cumplido, como profecía, el principio patriótico
acuñado en 1960 por John F. Kennedy:
“No pregunte qué puede hacer mi país por mí, pregúntese, en vez, que
puedo hacer por mi patria”.
La
respuesta moral e intelectual a ese reto, sin embargo, requiere lo que ahora
mismo no tenemos: un líder que sea
capaz de entender la totalidad del problema, que convoque a la mejor
inteligencia profesional del País a un coloquio de altura --- “brain storming”
le llaman los americanos”--- a la vez que se convierte en educador del pueblo
sobre todo aquello que le duele, que espera que el gobernador le resuelva,
careciendo este de los medios financieros para hacerlo, en solicitud de entendimiento, sin el
cual la solución a pedazos, a
parchos, de cada problema aumenta el enojo y la incomprensión de cada grupo
ignorado, y así el pueblo todo.
Ha dado en el clavo. No hay ni plan integral, ni líder de estatura. Lo que se percibe es el "politics as usual", cuando lo que se necesitaría es convocar una asamblea de salvación nacional donde se ponga claramente todo sobre la mesa y se hable a la ciudadanía con claridad.
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