Sociológica
y filosóficamente hablando, el líder en cualquier forma de gobierno es el que
va al frente: señala caminos,
define ideales, educa sobre las oportunidades y resistencias al futuro que
señala y proyecta, y ejercita las artes del lenguaje y la lógica al señalar
caminos.
En ese
sentido elemental de lo que es el liderato, Puerto Rico en estos momentos ---
momentos largos, desde 1968 --- carece de liderato político y moral que
trascienda el electoralismo miope que nos divide, nos confunde y nos paraliza,
desde Fortaleza, la Legislatura, los partidos políticos y las instituciones
educativas y culturales --- las oficiales --- disecadas e inertes, presas de la
politiquería y la corrupción.
Acabo de
ver y escuchar un discurso de Barack Obama en Massachusetts en el que confrontó
la demagogia, la mezquindad y la corrupción moral e ideológica del partido oligárquico
de los Estados Unidos frente al sistema de salud que definió, impulsó, logró
aprobar y defiende con razón, elocuencia, voluntad y arrojo político. Eso es
liderato.
El
liderato requiere cultura política asentada en una educación sólida --- aparte
e independiente de los grados académicos ---, un discurso político consistente,
claro, con una lógica comunicable y persuasiva por la fuerza de sus principios
y valores. Todo menos la majadería
de relaciones públicas cotidianas, en plan de campaña, a base de frases huecas
y aisladas del conjunto problemático de la realidad.
El
liderato supone lo que los romanos llamaban Gravitas, Dignitas y
discurso lógico racional: que
comunique algo importante, real y permanente sobre el bien común de los
receptores del mensaje. Y requiere
además voluntad, a riesgo de ser rechazado, pero representando siempre un
horizonte posible y deseable.
El
pueblo de Puerto Rico tiene sed de esas actitudes y capacidades. ¡Hace tanto tiempo que no las ve por ningún
sitio!