El
Gobernador de Puerto Rico es electo por el pueblo de Puerto Rico. El Juez Presidente del Tribunal
Supremo es nombrado por el
Gobernador y confirmado por el
Senado. En el orden de jerarquía y
legitimidad constitucional democrática, el Poder Legislativo es el primer poder
del Estado, y el Poder Ejecutivo el segundo. El Poder Judicial es derivado de estos dos poderes y tiene
como función dirimir conflictos de ciudadanos entre sí y con el gobierno. Pero para eso, ese poder tiene que ser
invocado, rogado, para que decida sobre conflictos. Por eso es que se dice que las dos primeras Ramas de
Gobierno --- Legislativa y Ejecutiva --- son políticas en su naturaleza y función: la Legislativa decide qué hacer desde
el Estado, la Ejecutiva cómo hacerlo y cuándo. En este caso el planteo judicial no ha sido rogado, sino que
Hernández Denton lo fabrica, lo mandó a buscar.
Lo
anterior es pura letra literal y constitucional. Pero vivimos --- entre todas las otras crisis de pueblo y de
gobierno --- una crisis de subversión del ordenamiento constitucional que se
dispara desde la Presidencia del Tribunal Supremo, que le advierte al Poder
Legislativo y al Ejecutivo que no legislen de tal o cual manera o de otra,
porque si no invalidará sus decisiones constitucionalmente legítimas. Así, entramos en el despotismo
judicial, que unido al despotismo politiquero de la ganga de los seis, deja a
Puerto Rico huérfano de justicia a los más altos niveles.
Cuando
el Juez Presidente amenaza a la Legislatura y al Gobernador si aprueban tal o
cual ley, ha renunciado a la función de árbitro en recursos llevados al
Tribunal para convertirse en grupo de presión política en la refriega general
de intereses que se ventilan en la Legislatura y en el escritorio del
Gobernador. Un grupo de presión
más, en defensa se sus intereses numismáticos. Ello representa una degradación de los principios de
objetividad y desinterés personal y material hasta los niveles más pedestres
del egoísmo.
Con
todo lo anterior, el Juez Presidente se une a los tres exgobernadores cuya
verdadera religión es el dinero, el público, no el que puedan procurarse
vendiendo la influencia que el pueblo les otorgó un día, cuanto parecían otra
cosa.
Cuando
el Juez Presidente le dicta al Gobernador para que sea “firme” y no apruebe la
pieza aprobada por la Legislatura y que afecta su bolsillo --- a pesar de sus
bochornosos privilegios de casta y clase --- lo que está diciéndole al
Gobernador es que no sea “cobarde”.
¡Bonito ejemplo para la ciudadanía en general!
Recuerde
el lector que se trata del mismo Presidente del Tribunal que defendió el crimen
de Paseo Caribe contra los intereses y derechos públicos, a pesar de la lección
de la historia jurisprudencial aplicable que le quiso enseñar la juez Ileana
Fiol. ¿Quién es cobarde, a fin de
cuentas, cuando se trata del dinero de la autodenominada “elite del poder”?
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