miércoles, 11 de diciembre de 2013

La Caída Trágica de Luis Sánchez Betances


El viejo Aristóteles, en su tratado sobre Poética, dejó sentado para la posteridad los cánones para el enjuiciamiento de los personajes que pueblan la vida pública.  Conforme a su análisis, no todas las caídas aparatosas son trágicas, porque en muchos casos el carácter pedestre de los personajes no los cualifica para tan altísima categoría de infortunio.

Cerca de nuestra experiencia, por ejemplo, la caída de Richard Nixon no cualificaba como tragedia, porque le faltó a su carácter el elemento noble que hace trágica la caída, creando emociones de temor y compasión.  Abraham Lincoln y John Kennedy, tanto como su hermano Robert, poseían de sobra ese ingrediente de estirpe, de grandeza de alma, que a la hora de la muerte convoca esa sensación de pérdida trágica.

Cerca de nosotros, en nuestro tiempo y en nuestro espacio, nos enteramos esta tarde de la dimisión del Secretario de Justicia, Luis Sánchez Betances.  El elemento trágico de su caída es evidente porque la motivó una incondicional amistad con un compañero de profesión y de convivencia humana.  No medió en su conducta asomo alguno de interés personal o material, pues lo que sorprende en ella es la entrega total al amigo.

No había alternativa, al hacerse pública su actuación sino la del noble romano ante el dilema moral de alternativas inaceptables: lanzarse sobre su espada para preservar el honor.

No podía faltar, ante experiencia tan amarga para el País y para el Secretario, la salida oportunista de su escondite utilitario, de Rafael Hernández Colón, absolviendo al Secretario de los costos de su error --- para lo cual el exgobernador no tiene la más mínima conciencia ética.  El propósito claro no ha sido exculpar a Sánchez Betances, sino el de ponerle una banderilla crítica al Gobernador García Padilla, renovando con ella el chantaje continuo que le impone como precio de no atacarlo de frente.

¡Te conozco bacalao...!

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