martes, 10 de diciembre de 2013

Mandela, Obama y Raúl Castro


El sentido de estas líneas alude al dicho histórico que afirma que el Cid Campeador --- Rodrigo Díaz de Vivar --- ganaba batallas después de la muerte.  No otra cosa significa el hecho de que la ocasión de lamentar la muerte --- y celebrar la vida --- que Nelson Mandela propiciara un encuentro fugaz, pero eléctrico, de Barack Obama con el Presidente de Cuba, Raúl Castro.

Si ninguno de los dos o cualquiera de ellos, no hubiese interesado ese encuentro, formas protocolarias habrían para haberlo evitado.  Claro, la grandeza del acto en sí descartaba de antemano pequeñeces o desprecios.  Ambos líderes estuvieron a la altura de la ocasión: apretón de manos, miradas sostenidas, lenguaje corporal afectivo.  No podía haber sido de otra manera: la grandeza de alma del que se fue unió por un momento fugaz a los que se quedan a cargo de adecentar las partes del mundo que dirigen.

Cincuenta y cuatro años desde la Revolución Cubana son más que suficientes para afrontar la realidad que viven los dos pueblos que presiden Obama y Castro.  Cuando Estados Unidos ha decidido lidiar políticamente, diplomáticamente, con Irán, sin que ninguno de los dos países rinda sus principios, sino que atienden realidades que de otra manera producirían guerra y muerte, la inteligencia práctica aconseja hablar.  Porque echando por delante intereses concretos que protege cada pueblo, a ambos pueblos conviene construir consensos, acuerdos políticos que por distintas razones fluyen de los principios de otra manera encontrados.  Cuando esos intereses se sostienen de forma dogmática, ideológica y excluyentes, la guerra y el conflicto sustituyen la política y la paz.

La pura verdad es que las realidades económicas que un día fueron asfixiantes para Cuba, ya se han alterado, en el comercio de bienes y servicios y en el tráfico de personas en ambas direcciones.

Los enojos ideológicos quedan en la banda derechista de los Estados Unidos --- la ignorancia y el protofascismo republicano --- son puro residuo de ignorancia e incapacidad política para lidiar con un nuevo mundo exterior diverso y complejo --- ancho y ajeno, como decía Ciro Alegría en su famosa novela.

Además, ¿cuál es la base del coraje norteamericano con Cuba y con Castro?  Unas inversiones perdidas, un sistema de gobierno corrupto, una mafia de colmillús sostenida por los Estados Unidos.  ¿Libertades? ¿Con cuántos regímenes corruptos y tiránicos negocia Estados Unidos sin sonrojarse?

¡Ya está bien de hipocresía e infantilismos!  A convivir y negociar con Cuba, igual que se hace con China, Egipto, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes, y los clientes caudillistas de America Latina.  Esa nueva actitud de Obama pudiera constituir otra herencia educativa de la gesta de Mandela.

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