El
sentido de estas líneas alude al dicho histórico que afirma que el Cid
Campeador --- Rodrigo Díaz de Vivar --- ganaba batallas después de la
muerte. No otra cosa significa el
hecho de que la ocasión de lamentar la muerte --- y celebrar la vida --- que
Nelson Mandela propiciara un encuentro fugaz, pero eléctrico, de Barack Obama
con el Presidente de Cuba, Raúl Castro.
Si
ninguno de los dos o cualquiera de ellos, no hubiese interesado ese encuentro,
formas protocolarias habrían para haberlo evitado. Claro, la grandeza del acto en sí descartaba de antemano pequeñeces
o desprecios. Ambos líderes
estuvieron a la altura de la ocasión: apretón de manos, miradas sostenidas, lenguaje corporal afectivo. No podía haber sido de otra
manera: la grandeza de alma del
que se fue unió por un momento fugaz a los que se quedan a cargo de adecentar
las partes del mundo que dirigen.
Cincuenta
y cuatro años desde la Revolución Cubana son más que suficientes para afrontar
la realidad que viven los dos pueblos que presiden Obama y Castro. Cuando Estados Unidos ha decidido
lidiar políticamente, diplomáticamente, con Irán, sin que ninguno de los dos países
rinda sus principios, sino que atienden realidades que de otra manera
producirían guerra y muerte, la inteligencia práctica aconseja hablar. Porque echando por delante intereses
concretos que protege cada pueblo, a ambos pueblos conviene construir consensos, acuerdos políticos
que por distintas razones fluyen de los principios de otra manera
encontrados. Cuando esos intereses
se sostienen de forma dogmática, ideológica y excluyentes, la guerra y el
conflicto sustituyen la política y la paz.
La pura
verdad es que las realidades económicas que un día fueron asfixiantes para Cuba,
ya se han alterado, en el comercio de bienes y servicios y en el tráfico de
personas en ambas direcciones.
Los
enojos ideológicos quedan en la banda derechista de los Estados Unidos --- la
ignorancia y el protofascismo republicano --- son puro residuo de ignorancia e
incapacidad política para lidiar con un nuevo mundo exterior diverso y complejo
--- ancho y ajeno, como decía Ciro Alegría en su famosa novela.
Además,
¿cuál es la base del coraje norteamericano con Cuba y con Castro? Unas inversiones perdidas, un sistema
de gobierno corrupto, una mafia de colmillús sostenida por los Estados Unidos. ¿Libertades? ¿Con cuántos regímenes corruptos y tiránicos negocia Estados
Unidos sin sonrojarse?
¡Ya
está bien de hipocresía e infantilismos!
A convivir y negociar con Cuba, igual que se hace con China, Egipto,
Arabia Saudita y los Emiratos Árabes, y los clientes caudillistas de America Latina. Esa nueva actitud de Obama pudiera constituir otra herencia
educativa de la gesta de Mandela.
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