¿Cuál
es la emoción inevitable que produce la jornada final por todos los valores
exponenciales que la conciencia humana permite? Es una de asombro, lo que en inglés llamaban “awe”, parálisis
ante la grandeza.
Mandela
fue primero maestro de su pueblo --- y sufrió todas las opresiones que los
tiranos tenían a mano --- y enfrentó a una casta blanca, minoritaria en posesión
monopolística de la fuerza bruta.
Por eso tuvo que convertirse en revolucionario, ofreciendo su vida cada día
sobre el picador del racismo furibundo de los déspotas. Veintisiete años en la cárcel y soledad
física tras los barrotes, pero acompañado por los portadores universales de la
conciencia libertaria, en África y fuera de África.
Triunfante,
como en el caso de Gandhi, su resistencia espiritual como sostén de la física, trascendió
entonces el rol de maestro y revolucionario hasta alcanzar exitosamente el arte
de la política, esto es, la construcción de consenso con los materiales de la
diversidad: castas, razas,
intereses, partidos, para cuajar una agenda nacional de unidad, en el silencio
de las pasiones y los resentimientos.
Mediante esa grandeza de alma le regaló a su pueblo --- incluidos lo
represores de ayer --- un país democrático, próspero y libre.
Sócrates
pagó con su vida la temeridad de enseñarle a la juventud a pensar críticamente. Jesucristo pagó con la suya su
empeño de sembrar el amor y la paz en la Judea de su tiempo, mientras predicaba
lealtad cívica al Cesar, Tiberio, que no entendió nada. Gandhi ofreció su vida
ante un asesino hindú que no entendió tampoco su prédica de paz entre India y Pakistán. Igual aconteció a Martin Luther King,
nada menos que a mediados del siglo XX.
La paz y el eros cívico son programas costosos, en vidas y en actitudes
sacrificadas para el beneficio de los que apenas si lo entienden.
Mandela
tuvo, por excepción, el privilegio de un producto satisfactorio y aleccionante
de su vocación de maestro, revolucionario y político en el más alto sentido de
la palabra.
Por
todas las señas de la experiencia se fue feliz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario