La política
democrática es siempre competitiva.
Muchas veces se torna destructiva de los valores de la concordia que
debe subyacer las discordias entre partidos y lideratos. Por eso es tan importante que de vez en
cuando los líderes representativos de las tribus políticas saquen sus cabezas
del lodo adversarial y representen, mediante gestos visibles y sentidos, lo
mejor de los pueblos que pretenden dirigir y representar.
Uno de
esos gestos dramáticos ocurrió a principios de esta semana, cuando el
Gobernador García Padilla visitó en su celda de prisionero federal al patriota
puertorriqueño Oscar López, a los 33 años y pico de su martirio a manos del
imperio insensible y torpe, dirigido por un Presidente ocupado en defender los
derechos humanos en las regiones más remotas del mundo, pero no ve el sadismo
que su país practica, aunque lo tiene frente a sus narices.
La cobardía
política, el odio al adversario aunque tenga razón, ciega a los opositores políticos
y sacrifican el sentido elemental de justicia y simpatía humana. Quisieran, pero no se atreven, aunque
perciban, por empatía animal, que se comete con Oscar una atrocidad moral, diz
que por conspirar por y para la independencia de Puerto Rico. Supongo que condenarán a diario a Paul
Revere y Nathan Hale, a Patrick
Henry y Thomas Jefferson por conspiradores también.
Con la
visita a Oscar López Alejandro no sólo ha apurado lo mejor de su conciencia,
sino que le ha lavado un poco la cara a sus detractores ideológicos.
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