El expresidente
Jimmy Carter acaba de cumplir 90 años.
La mayor parte de ellos como servidor público, en su estado de Georgia y
en la presidencia de los Estados Unidos.
Al salir de la Casa Blanca se ha dedicado a dos cosas, dos dimensiones
nuevas de esa dedicación al Bien Común de su país y al bienestar y la justicia de los pobres y de los
condenados de la tierra de los que habló Franz Fanon.
Embajador
de buena voluntad ante los países y los pueblos económica y socialmente
atrasados del mundo moderno, esto es, que no alcanzaron la modernidad, no sólo ha
caminado por esas sociedades con el gabán y la corbata de un expresidente
norteamericano, sino también con el mameluco de carpintero construyendo casas y
chozas seguras y eficientes para los deambulantes de todos los pueblos
subdesarrollados económica y socialmente.
Observando
hace muchos años esa conducta tan atípica de un expresidente de los Estados
Unidos, que normalmente se dedican a capitalizar económicamente a base del prestigio
de la alta posición que ocuparon --- el deshonrar como respuesta al honor --- escribí
hace cerca de 30 años una columna en el San Juan Star, titulada “How to be an
exPresident”. Aquella columna fue
reproducida --- en el intercambio entre periódicos --- por un diario de
Arizona, el Arizona Democrat, destacando aquel reconocimiento a Carter como
modelo moral de la nación.
Andando
el tiempo y las experiencias que hemos sufrido en Puerto Rico con los exgobernadores
--- principalmente Carlos Romero, Rafael Hernández Colón, Pedro Rosselló y Luis
Fortuño --- no me queda más remedio que celebrar la vida y la ejemplaridad de
Jimmy Carter como ícono de moralidad y dedicación a sus congéneres menos
favorecidos con las riquezas de este mundo.
Ese
contraste entre la vocación de servicio y la vocación de servirse se ha
acentuado en estos días con la actuación amoral y éticamente cínica de los dos últimos
expresidentes del Tribunal Supremo de Puerto Rico, quienes por la gula morbosa
del dinero han optado por asumir como clientes al banco mafioso de Doral,
contra los intereses del pueblo de Puerto Rico. Esos dos, Federico Hernández Denton y Antonio Andreu García,
han vendido el prestigio que le confirió la presidencia del más alto tribunal
por lo que una notoria película de Hollywood llamaba “a few dollars more”.
Debe
notarse que estos dos exJueces Presidentes, que en el retiro devengan el más
alto sueldo que paga el País, que lo heredan al retirarse, íntegro, y si faltaren
los hereda su esposa, son producto del establo político y económico de Rafael Hernández
Colón, uno como Director de Campaña, y el otro como abogado del Partido
Popular, lo que los asimila al carácter de camicaces de la ganga de los seis
que hoy denigran al Tribunal Supremo de Puerto Rico.
¡No son
puertorriqueños --- unos y otros --- sino fenicios! El que tenga ojos para ver y memoria para recordar no tiene
necesariamente que acudir a la conducta ejemplarizante de Jimmy Carter. Debe bastarle con la modelación de Luis
Muñoz Marín y Roberto Sánchez Vilella, y de tantos otros patriotas del servicio
de la generación del 40.
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