martes, 28 de octubre de 2014

Locos de Contentos con su Cargamento: El IVA


La administración de Alejandro García Padilla, su Legislatura, y sus voceros ante la opinión pública, andan locos de contentos con su cargamento:  una reforma contributiva que altera las escalas de la contribución sobre ingresos y abandona como insuficiente e inadministrable el viejo “IVU”.

La reforma propuesta promete una mayor efectividad en la captación y una mayor cantidad de recaudos para el fisco, que tanto lo necesita.

La virtud del nuevo sistema IVA, según se alega, es que se cobra de estación en estación en la carrera de compra y venta de los artículos y produciría una cantidad de recaudos exponencialmente más altos que el simple IVU, de una sola estación, de la venta al uso, si es que el impuesto se cobra y se remite a Hacienda, una suposición contraria a los hechos.

Una de las defensas en el actual sistema del IVU es que la economía subterránea ni informa ni paga, aunque sí cobra.  Eso es válido, esencialmente, para la clase pobre, que ni como negociante ni como consumidor tiene el hábito de cumplir con la ley.  El nuevo IVA es una aspiradora que obliga al cumplimiento.

¿A quién beneficiaría este nuevo sistema?  En primer lugar, al gobierno, y en segundo lugar a las clases medias y altas, para quienes a cambio se ofrece una virtual amnistía contributiva permanente, con una contribución sobre ingresos abolida o radicalmente reducida.  El equivalente de esa exención sería más que cubierta por el consumo que es universal:  “los pobres y los ricos; decía Anatole, “tienen el mismo derecho de dormir en los bancos de la plaza”.  Así de igualitario era su país a principios del siglo pasado, y así de igualitario es el IVA, que le permitirá --- mediante el consumo --- pagar lo mismo a un Antonio Luis Ferre o Richard Carrión que a la madre soltera que vive de la caridad pública.

¡Habrá más dinero en el fisco, eso sí!  Pero, ¿a qué precio?

Todo este esquema maravilloso se defiende para que los ricos y las clase media profesional pague menos, y el pobre pague más, en esperanza de que el dinero no pagado en contribuciones se invierta en nuevas empresas.  A eso se le llama contribución regresiva, porque la progresiva supone que paguemos todos conforme al ingreso y la capacidad de pagar.

Los banqueros, los empresarios, los especuladores, los inversionistas de su capital, no en la empresa productiva sino en la especulación, mediante acciones, están que bailan en la yema de un huevo, gracias a la cobardía y el oportunismo electorero de este gobierno. 

Mientras tanto, más de tres mil millones en evasión contributiva duermen plácidamente en las gavetas de Hacienda. ¡Perfiles del coraje moral!

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