Las
actitudes y las decisiones --- o falta de ellas --- de Barack Obama sobre sus
problemas de política exterior me provocan el recuerdo del príncipe danés y del
angustiado Segismundo, antihéroe del drama “La Vida es Sueño” de don Pedro Calderón de la Barca. El
hombre tiene dificultad para tomar decisiones desde la poltrona más poderosa
que ha conocido la historia desde los tiempos de Augusto César, en la plenitud
del Imperio Romano.
Después
del éxito manifiesto en Libia, le tembló el pulso en Irak, y se paralizó frente
a la osadía de Assad en Siria.
Anunció un ataque y se dejó engañar por Putin, el padrino y suplidor de
armas a Siria y se le hizo tarde de ahí en adelante.
No vio
el desarrollo de Isis hasta que dominó mitad de Irak y mitad de Siria. Y cuando decide responder militarmente,
se limita al aire y se priva de utilizar la infantería --- botas en el suelo
--- en una estrategia de lucha con los brazos atados, lo que ha sido duramente
criticado por sus últimos dos Secretarios de Defensa, Gates y Paneta.
Harlod
McMilan, el Primer Ministro inglés de los años sesenta, se adelantó en su
pensamiento sobre Obama al caracterizar el liderato de Adlai Stevenson en los
Estados Unidos de los años cincuenta.
De él decía, como candidato no sólo a Presidente de Estados Unidos, sino
como líder del mundo libre, que era un buen “staffman”, es decir, bien
definidor y organizador de los preparativos del hombre de acción ejecutiva,
pero carente del “stuff of command”, esto es, de la capacidad de decidir y
actuar, aun frente a la incertidumbre.
Así eran Hamlet y Segismundo: mucho albedrío, pero poca libertad de acción transformadora.
En política
interna, en el ámbito social, Obama luce competente, ilustrado, efectivo. Pero en la toma de decisiones sobre la
guerra y la paz, y sobre el uso del enorme poder y responsabilidad de los
Estados Unidos, le tiembla el pulso, y llega tarde a las disyuntivas que le
definen sus enemigos. Poco
falta para oírle decir, en las
reconditeces de la Casa Blanca, lo que dijo aquel otro… ¡Pasa de mí esta copa! Eso no da el grado para la altura de
nuestros tiempos.
Decía
John Dewey, el gran filósofo norteamericano del siglo 20: “En momentos de crisis, mientras los
puros y santos acuden a la introspección, lo pecadores empedernidos gobiernan
el mundo”.
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