¿Recuerda
el lector a George Orwell, en su novela entonces profética y ahora lugar común, 1984? A treinta años de aquella profecía, la tecnología
y la pretensión totalizante de los estados han dejado atrás las entonces revolucionarias
y hoy modestas predicciones de entonces.
La
ultima versión del “hermano grande” la acaba de imponer al ciudadano desprevenido
el Secretario de Obras Públicas, señor Medina, quien anda loco de contento con
su nuevo juguete para perseguir al conductor desprevenido.
Cierto
es que hay muchos ciudadanos irresponsables y anárquicos en las carreteras. Pero no es menos cierto que ha habido
una merma en los delitos asociados al tránsito y a la velocidad. ¿Por qué venir ahora con esa vigilancia
hostigadora de todos los conductores?
Una cosa es que la Autoridad de Carreteras cobre peajes al auto que usa
sus vías, muy otra es que se persiga al ciudadano sobre su carro, su marbete,
su licencia, sin comunicación ni oportunidad de explicación alguna, sino a base
de una policía mecánica, anónima, impersonal, distante, para producirle
ingresos al gobierno.
¿Por
qué si ese programa es tan importante no lo hace el propio Departamento del
señor Medina? ¿Por qué el contrato
privado, invisible y leonino? ¿Quién
fue el gestor, procurador, cabildero de ese contrato? ¿Por qué se hizo sin subasta?
Me
apesta a más de lo mismo que se le criticó a Fortuño. ¿Cuándo van a poder notarse las diferencias, si es que
existen?
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