lunes, 20 de octubre de 2014

Puerto Rico 2014: Una Economía Famélica y un Liderato Fofo


La crisis económica que azota a Puerto Rico a partir del 2006 se ha encontrado un aliado en los gobiernos de Luis Fortuño y Alejandro García Padilla, a pesar de que se atacan como si fueran antípodas en sus estrategias de gobierno.  Fortuño fue cínico y perverso al transferir los haberes públicos a sus amigotes privados de una manera implacable y gozosa.

Alejandro García Padilla, por el contrario, dice todas las cosas que uno desearía que fueran ciertas, mediante un discurso hueco, vacío, parte de su optimismo metodológico que para nada afecta la naturaleza objetiva de las cosas:  la desinformación económica, la caída de las ganancias empresariales, el fisco debilitado en consecuencia.  No hay en todo este gobierno un sólo educador político, con un discurso informado, lógico y creíble.  Han tenido los economistas que dar al País las malas noticias, para hoy y para mañana, sobre la presente administración de las finanzas públicas y su aplicación a los servicios públicos.

La evidencia más palpable del compás mal dirigido del gobierno --- hacia la complacencia pública y las frases sueltas e inconexas del Gobernador --- está en su cambio del equipo económico serio, responsable y profesional, por unos operativos políticos  rumbo a una campaña partidista a dos años de las elecciones.

Creo que los gobernadores deben gobernar como si no fueran a repostularse y con vistas a las elecciones.  Eso es venenoso para la efectividad y seriedad del arte de gobernar.  La repostulación debe ser efecto del buen gobierno, y no al revés, del gobierno meramente zalamero para propósito de repostularse.

Los países que en Europa --- desde Grecia hasta Islandia --- que enfrentaron crisis comparables a la de Puerto Rico, actuaron y reformaron las cuentas sociales sin mirar para atrás, y mucho menos para el adelante de la justa electoral.  Porque eso sería, no sólo mirar para atrás, sino abrazarse a los métodos de la zalamería política hueca frente a problemas angustiosos.

Los reclamos cotidianos de éxitos invisibles, mientras la economía --- base de todas las posibilidades de reequilibrio --- se hunde, y las finanzas públicas marchan aceleradamente hacia la quiebra, representan un flaco servicio al País y un signo ominoso de fracaso moral, más allá del político eleccionario.

Esa actitud de negación de la realidad nos asegura una campaña cruel, al someter al pueblo a escoger entre los corruptos por vocación y los incompetentes por elección.  El pueblo merece mucho más que eso, aunque por sí mismo no entienda nada de nada.

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