La
crisis económica que azota a Puerto Rico a partir del 2006 se ha encontrado un
aliado en los gobiernos de Luis Fortuño y Alejandro García Padilla, a pesar de
que se atacan como si fueran antípodas en sus estrategias de gobierno. Fortuño fue cínico y perverso al
transferir los haberes públicos a sus amigotes privados de una manera
implacable y gozosa.
Alejandro
García Padilla, por el contrario, dice todas las cosas que uno desearía que
fueran ciertas, mediante un discurso hueco, vacío, parte de su optimismo metodológico
que para nada afecta la naturaleza objetiva de las cosas: la desinformación económica, la caída
de las ganancias empresariales, el fisco debilitado en consecuencia. No hay en todo este gobierno un sólo
educador político, con un discurso informado, lógico y creíble. Han tenido los economistas que dar al País
las malas noticias, para hoy y para mañana, sobre la presente administración de
las finanzas públicas y su aplicación a los servicios públicos.
La
evidencia más palpable del compás mal dirigido del gobierno --- hacia la
complacencia pública y las frases sueltas e inconexas del Gobernador --- está
en su cambio del equipo económico serio, responsable y profesional, por unos
operativos políticos rumbo a una
campaña partidista a dos años de las elecciones.
Creo que
los gobernadores deben gobernar como si no fueran a repostularse y con vistas a
las elecciones. Eso es venenoso
para la efectividad y seriedad del arte de gobernar. La repostulación debe ser efecto del buen gobierno, y no al revés,
del gobierno meramente zalamero para propósito de repostularse.
Los países
que en Europa --- desde Grecia hasta Islandia --- que enfrentaron crisis
comparables a la de Puerto Rico, actuaron y reformaron las cuentas sociales sin
mirar para atrás, y mucho menos para el adelante de la justa electoral. Porque eso sería, no sólo mirar para
atrás, sino abrazarse a los métodos de la zalamería política hueca frente a
problemas angustiosos.
Los
reclamos cotidianos de éxitos invisibles, mientras la economía --- base de
todas las posibilidades de reequilibrio --- se hunde, y las finanzas públicas
marchan aceleradamente hacia la quiebra, representan un flaco servicio al País
y un signo ominoso de fracaso moral, más allá del político eleccionario.
Esa
actitud de negación de la realidad nos asegura una campaña cruel, al someter al
pueblo a escoger entre los corruptos por vocación y los incompetentes por elección. El pueblo merece mucho más que eso,
aunque por sí mismo no entienda nada de nada.
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