Para no remontarnos al
siglo 19 --- a los Baldorioty, Betances y Hostos--- ninguno de los cuales
ostentó el poder representativo oficial, comenzaremos a auscultar motivos de
1940 hacia acá.
El motivo profundo y
perenne que alentó a Luis Muñoz Marín hacia el poder y el uso del poder fue la
igualdad humana, la justicia entre los seres humanos. Eso lo llevó a utilizar esos dos principios en su definición
---moral y poética--- de Dios.
Luego de Muñoz, el
cuadro de motivaciones es confuso, mixto.
Don Luis Ferré era un humanista, enamorado del arte y servidor ---a su
manera--- de los humildes. Era un
rico compasivo, con corazón.
Después de él se
empaña el cuadro de las motivaciones:
Carlos Romero sufrió los efectos de la obsesión por la estadidad. Eso lo condujo al crimen oficial de
Cerro Maravilla y otros. Hay que
acreditarle que ni incurrió en corrupción ni la toleró en su gobierno. El dinero no fue la obsesión de su
mandato.
Rafael Hernández Colón
resultó ser un gobernador moralmente neutro. Manipulador científico, un eterno enamorado de sí mismo, con
claras y caras ínfulas de aristocratismo español, cuando en realidad nunca ha
pasado de oligarca glotón y engreído. ¿Y tu abuela dónde está?, pregunta el
poeta.
Cuando llegamos a
Pedro Rosselló, todas las categorías morales fallan: de cirujano privado a operador público. Rector oficial de la corrupción multi
millonaria y extendida, terminó
robándose una pensión a la que no tenía derecho y por lo cual otros fueron a la
cárcel por legitimarla. Culminó
como falso “mesías” y precursor directo del vertedero moral en que Luis Fortuño ha convertido al gobierno de
Puerto Rico, cuarenta fueron los presos del Rossellato pero Alí Babá Fortuño lo
ha superado, aunque gracias a su complicidad, la mayoría está todavía en la
calle y en sus puestos. Antes de
Rosselló se habían registrado casos individuales de corrupción, ya que la
perfección individual y colectiva no es posible. Pero Rosselló entronizó la corrupción como política pública.
Sila María Calderón,
mas allá de los descuentos administrativos que deben hacérsele, combatió la
corrupción y se asomó al legado de Don Luis Muñoz Marín respecto a la pobreza,
la igualdad y la limpieza administrativa.
De Don Roberto Manches
Vilella no hablemos. Gigante moral,
excepcional administrador, paradigma de motivación de servicio.
¿Y Luis Fortuño? Ha roto todos los récords de egoísmo
personal, como el rey de la leyenda que todo lo que tocaba se le convertía en
dinero. A la gula de Hernández Colón
y Rosselló ha añadido la insaciabilidad del dinero --- público y privado ---
para su familia y sus amigotes, al son de más de 500 millones, en contratos sin
subastas, transferido ese dinero de los servicios a los pobres al afrentamiento
de los ricos que les soban el ego maltrecho ante su incapacidad para gobernar y
la torpeza moral con que lo hace.
El apetito insaciable
de dinero como motivación gubernativa es aborrecible, acusa torpeza moral ante
un pueblo cuya mayoría vive en la pobreza extrema.
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