sábado, 17 de marzo de 2012

Alí Babá Fortuño y sus más de Cuarenta Ladrones

¿Qué motiva a un hombre o a una mujer a escalar el gobierno ---ejecutivo, legislativo o judicial---para “representar” al pueblo todo o una parte de este mediante el “poder” o la influencia que el pueblo le entrega?

Para no remontarnos al siglo 19 --- a los Baldorioty, Betances y Hostos--- ninguno de los cuales ostentó el poder representativo oficial, comenzaremos a auscultar motivos de 1940 hacia acá.

El motivo profundo y perenne que alentó a Luis Muñoz Marín hacia el poder y el uso del poder fue la igualdad humana, la justicia entre los seres humanos.  Eso lo llevó a utilizar esos dos principios en su definición ---moral y poética--- de Dios.

Luego de Muñoz, el cuadro de motivaciones es confuso, mixto.  Don Luis Ferré era un humanista, enamorado del arte y servidor ---a su manera--- de los humildes.  Era un rico compasivo, con corazón.

Después de él se empaña el cuadro de las motivaciones:  Carlos Romero sufrió los efectos de la obsesión por la estadidad.  Eso lo condujo al crimen oficial de Cerro Maravilla y otros.  Hay que acreditarle que ni incurrió en corrupción ni la toleró en su gobierno.  El dinero no fue la obsesión de su mandato.

Rafael Hernández Colón resultó ser un gobernador moralmente neutro.  Manipulador científico, un eterno enamorado de sí mismo, con claras y caras ínfulas de aristocratismo español, cuando en realidad nunca ha pasado de oligarca glotón y engreído. ¿Y tu abuela dónde está?, pregunta el poeta.

Cuando llegamos a Pedro Rosselló, todas las categorías morales fallan:  de cirujano privado a operador público.  Rector oficial de la corrupción multi millonaria y extendida, terminó robándose una pensión a la que no tenía derecho y por lo cual otros fueron a la cárcel por legitimarla.  Culminó como falso “mesías” y precursor directo del vertedero moral en que Luis Fortuño ha convertido al gobierno de Puerto Rico, cuarenta fueron los presos del Rossellato pero Alí Babá Fortuño lo ha superado, aunque gracias a su complicidad, la mayoría está todavía en la calle y en sus puestos.  Antes de Rosselló se habían registrado casos individuales de corrupción, ya que la perfección individual y colectiva no es posible.  Pero Rosselló entronizó la corrupción como política pública.

Sila María Calderón, mas allá de los descuentos administrativos que deben hacérsele, combatió la corrupción y se asomó al legado de Don Luis Muñoz Marín respecto a la pobreza, la igualdad y la limpieza administrativa.

De Don Roberto Manches Vilella no hablemos.  Gigante moral, excepcional administrador, paradigma de motivación de servicio.

¿Y Luis Fortuño?  Ha roto todos los récords de egoísmo personal, como el rey de la leyenda que todo lo que tocaba se le convertía en dinero.  A la gula de Hernández Colón y Rosselló ha añadido la insaciabilidad del dinero --- público y privado --- para su familia y sus amigotes, al son de más de 500 millones, en contratos sin subastas, transferido ese dinero de los servicios a los pobres al afrentamiento de los ricos que les soban el ego maltrecho ante su incapacidad para gobernar y la torpeza moral con que lo hace.

El apetito insaciable de dinero como motivación gubernativa es aborrecible, acusa torpeza moral ante un pueblo cuya mayoría vive en la pobreza extrema. 

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