jueves, 22 de marzo de 2012

¡HABLA, Pueblo, HABLA!

Normalmente, para cualquier político el silencio cívico representa la amenaza más elocuente a sus aspiraciones de poder --- del poder que tiene y del poder a que aspira.

El mortuorio silencio, la pasividad que anuncia la mortandad del espíritu cívico, la aparente indiferencia al crimen que sufre a manos de los que administran “la cosa pública”, el Bien Común, preocupa en dos dimensiones, ambas moralmente trágicas.

Por un lado, ese silencio puede significar complacencia, aceptación, conformidad con el castigo que el gobierno de Fortuño le inflige en todos los órdenes de su vida.  Representa debilidad de espíritu, docilidad ante el foete del poder, del que debiera ser su poder, delegado a los que ahora lo engañan y lo oprimen, mientras como ganga mafiosa se reparten sus recursos y le niegan los servicios.

Por el otro pudiera significar ese silencio la convicción, la seguridad, de que ya ese pueblo ha concluido lo que para los espíritus avisados es patente: que la traición de Fortuño  y el robo organizado que preside desde Fortaleza y el PNP es tan obvia que no necesita expresión y discusión pública que interrumpan su silencio, porque ya el pueblo sabe lo que va a hacer el 6 de noviembre próximo.

Ahora bien, ni el silencio que es docilidad pasiva --- consentimiento al abuso del poder o incapacidad moral para la indignación --- que facilita, explica y justifica esos atropellos, ni el silencio estratégico, metódico, en espera del 6 de noviembre, son buenos para la democracia.

Claro está, existe una explicación más sencilla y directa para ese silencio: la persecución implacable contra toda disidencia por el estado totalitario en marcha cotidiana.

El régimen criminal que ha impuesto Luis Fortuño requiere repudio, expresión indignada, palabra altiva que le recuerde al País que el poder y los recursos públicos son patrimonio del pueblo, y no de los Fortuños y Roger Iglesias, de los Edwin Mundo y Ray Chacón, de los Pedro Figueroa ni de los delincuentes en las cárceles federales y en la Legislatura PNP.

Para eso se necesita que el pueblo hable, como habló de 1938 al 1940, bajo la inspiración educativa de Luis Muñoz Marín, que hoy revive con elocuencia y voluntad, Eduardo Bhatia.

¡¡HABLA, Pueblo, HABLA!!... 

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