Primero, el engaño de
las promesas fatulas --- el Libro Azul aguantó todo lo que en el escribieron ---
y luego la incompetencia en el desempeño ejecutivo. El equipo no sirve, no funciona, no produce. En tres años ha llegado al fondo del barril
para dirigir las agencias, y lo que de ahí saca Fortuño ahora son las
mediocridades sobrantes de las primeras piladas de ineptos y corruptos.
Luego, las
explicaciones: el "yo no sabía", "yo
no fui", "se lo voy a referir a Justicia", para tapar, para toallar, mientras el
Secretario trata de cualificar para un nombramiento judicial en el pulguero de
Rivera Schatz.
¿Solución
estereotipada de Fortuño? "Pediré
ayuda a los federales", de policías y de dinero. Eso dice acá, cuando está acá, y luego se va allá a servirle
de alzacola a Romney mientras ataca los servicios y asignaciones de Obama. Luego vuelve acá y reclama méritos por
los fondos federales que ataca en la campaña republicana de allá. No da la talla intelectual ni da la
talla moral de honestidad; no da la talla administrativa. Le queda grande el uniforme de
gobernador, le baila encima, y se nota.
En el campo le dicen a
ese tipo de personaje "dañaropa".
El próximo 6 de
noviembre quedará libre para mudarse con sus americanos, quizás a Virginia,
vecino de Rosselló. A lo mejor
pueden ambos organizar, en la Universidad que allí fundó Thomas Jefferson,
seminarios de Corrupción: cómo se hace, cómo se esconde, cómo se distribuye
entre los amigotes, y cómo se le miente sobre ella al pueblo. Puede llevarse de acá un cuadro
completo de facultad: Rivera Schatz, Rivera Nía, Roger Iglesias, Héctor
Martínez, Edgar Santana, Pedro Figueroa Costa, Ray Chacón, Edwin Mundo, Rivera
Guerra y Evelyn Vázquez, y docenas más de ayudantes especialistas --- los
roedores y rateros de los contratos.
¡Los pueblos a veces
duermen, pero de vez en cuando despiertan y castigan a los embusteros y
corruptos que le roban su sangre y su espíritu!
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