Héctor
Luis Acevedo escribió el pasado sábado una semblanza oportuna y aleccionadora
sobre nuestro eximio diputado a las Cortes Españolas, con sede en Cádiz, tras
la invasión napoleónica de aquel país.
Vicepresidente de esas Cortes, distinguido oficial naval, fue electo
aquí por su prestigio moral, que siempre honró, y fue exaltado al liderato allá
por su valía en carácter, patriotismo e inteligencia.
En la
misma edición de El Nuevo Día el profesor Félix Ojeda Reyes destaca la insigne
figura política y patriótica de Don Ramón Emeterio Betances, hombre de una sola
pieza como profesional de la medicina, hombre cabal del patriotismo antillano
--- desde su amarga experiencia colonial de Puerto Rico --- además de pionero
del abolicionismo, que financiada con sus escasos medios y lo consideraba
consustancial con la libertad de todo puertorriqueño y antillano. Hombre de excelsas virtudes personales
y prácticas, así reconocido en las Antillas y Europa, e ignorado en Puerto
Rico.
Está
ampliamente documentada --- y mejor conocida --- la obra educativa, política y patriótica
de Eugenio María de Hostos, extendida a Santo Domingo, Venezuela, Chile y otros
países que bebieron en su sabiduría, erudición e integridad moral insobornable.
Sin más,
cerca de nosotros, síle añadimos a esa pléyade de gigantes los más denodados
luchadores por las libertades del País y la justicia que por siglos se le ha
negado, tendríamos que regresar a los años 80 del siglo antepasado, para
saludar --- como a Ramón Power y Giralt, Ramón Emeterio Betances, Eugenio María
de Hostos --- a Don Román Baldorioty de Castro, Luis Muñoz Rivera, y Luis Muñoz
Marin, rodeado como estuvo este último por una generación completa de enormes
personalidades apasionadas por el servicio a Puerto Rico, tales como Roberto Sánchez
Vilella, Jaime Benítez, Antonio Fernós Isern, Ernesto Ramos Antonini y muchos
otros de menos nombradía pero de igual patriotismo y limpieza de motivaciones.
¿Qué ha
pasado desde 1968? Se ha repetido en
nuestra Isla lo que históricamente puede llamarse la caída de la parábola. Este fenómeno se dio en Europa después
de la Segunda Guerra Mundial. Después
de los Churchill, De Gaulle, Franklin Delano Roosevelt, y Conrad Adenauer,
llegaron las medianías, los contadores de votos, los apadrinados de la
publicidad comprada. A
algunos de ellos --- como Harry S. Truman --- los salvó el carácter y la
voluntad. A otros, como Harold
McMillan en Inglaterra, los perdió la complacencia. Lo recordamos más por el diccionario que lleva el nombre de
su familia, que por ninguna iniciativa pública o histórica notable. En Francia e Italia, una sucesión de
mediocridades. Pero aún así han
sostenido en esos países el estandarte de la libertad y la democracia social.
¿Y Puerto Rico?
En Puerto
Rico, después del eje Muñoz-Sánchez Vilella, llegaron los fenicios dedicados a
hacer dinero para sí, tales como Carlos Romero, Rafael Hernández Colón, Pedro
Rosselló y Luis Fortuño, sumándole
a estos dos la corrupción desenfrenada.
Como diría Juan Rulfo, Puerto Rico es más bien “el llano en llamas”
después de las llamas.
En
otras palabras, Puerto Rico ¡Burundanga!