miércoles, 22 de mayo de 2013

En la Cámara Mañana: SÍ al Proyecto 238, NO al Engaño de la “Reforma Legislativa”


La Cámara de Representantes se enfrenta mañana, dentro de unas horas, a dos decisiones que marcarán su definición política y moral ante el pueblo de Puerto Rico.  O abjura de sus compromisos programáticos contra discriminación por motivos de orientación sexual, o se alía al oscurantismo cavernario del fundamentalismo religioso, por un lado.  Por el otro, o le imprime su aprobación de sello de goma al proyecto engañoso que bajo el liderato negativo de Eduardo Bahtia convirtió una promesa solemne de reforma legislativa en un aguaje, en un simulacro de reforma que, excepto por la eliminación de las deshonestas dietas y los carros, deja las cosas como estaban, ahora con el imprimatur del Partido Popular, o lo rechaza y lo devuelve a sus autores.

Para aliviar el dolor de prescindir de los carros, el Senado establece pagos por millaje, a diferencia de todo el pueblo trabajador puertorriqueño que tiene que pagarse su transportación con sueldos anémicos comparados con los sueldos de jeques árabes de los legisladores.  Eso más los 73 mil dólares de sueldo básico, y 35% de ese sueldo que se pueden ganar en la calle.  ¡Cuantos profesionales puertorriqueños envidiarían esa jauja!

La Legislatura tampoco ha rebajado sustancialmente sus gastos totales, excepto por unos recortes simbólicos.

Se insiste, sin embargo, en las dos sesiones legislativas, contrario a lo prometido, y repudian la promesa del legislador a tiempo parcial en una sola sesión, que da y sobra para las necesidades del País.  Aquí es que ocurre la mayor tergiversación de lo prometido:  llaman legislador ciudadano a todos sus miembros.  Claro:  todos somos ciudadanos.  Pero la promesa al pueblo trataba del “ciudadano legislador”.  Es decir, un ciudadano que vive y se desempeña en cualquier función, oficina o profesión en su comunidad y que además, por el tiempo que sea necesario, por unos meses al año, rinde funciones de legislador.  Llamarle legislador ciudadano a uno que prácticamente vive todo el año en el Capitolio es un engaño, un sofisma, un incumplimiento.

La Cámara debe devolverle ese proyecto al Senado para que lo conforme al compromiso político y moral con el pueblo.

Claro, el problema es que el Gobernador encuentra maravillosa cuanta falsificación producen sus legisladores, y entonces se carece de estándares para medirlos.

Por ese camino vamos a una legislación estrafalaria cuando pudo haber sido fiel a lo contratado con el pueblo.  Pero para eso faltan criterios claros y firmes, faltan estándares y consistencia para aplicarlos.

Puede ser que sea mucho pedirle a la Cámara que apruebe su proyecto 238 y rechace a espuria “reforma legislativa”.  Sólo quiero dejar claras las opciones de la seriedad política, contra la marrullería que mata las esperanzas del pueblo.

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