La
situación económica, financiera y fiscal a la que se enfrenta Puerto Rico y su
Gobernador Alejandro García Padilla, requiere, para su entendimiento y superación,
una dramática actitud de sinceración, o lo que Mahatma Gandhi llamó “un
experimento con la verdad”.
Esa
verdad tendría dos funciones. La primera, explicarle al pueblo la realidad y
los términos de la crisis, a diferencia de la enredadera de cifras que se
blanden en la prensa y en el grupo de gobierno y que ni Dios --- si existiera
--- entendería. La segunda función
de la verdad es la de mantener una relación de fe y confianza entre pueblo y
gobernador.
Me
temo, sin embargo, que Alejandro,
no ha podido o no ha querido sincerarse con el pueblo sobre un pasado que no es
el suyo, sino de sus predecesores, desde Rafael Hernández Colón hasta Luis
Fortuño, tampoco querrá explicar y justificar sus acciones de los últimos dos
años.
El
pueblo no tiene ningún deseo de justificar la corrupción y la incompetencia del
pasado, pero tampoco quiere dar por bueno el silencio y la improductividad política
y económica del actual gobierno, ni su incapacidad para explicar las causas y fechorías
de lo heredado, como tampoco interesa que lo tomen por tonto, a base de una fe
de carbonero: yo creo lo que cree la iglesia, y la iglesia cree lo que yo creo.
Ese tipo de votante paso a la historia,
y en su día no lo moverá ni la más cara agencia de publicidad.
Existe
un precedente histórico que puede aleccionar a Alejandro y su grupito de
Fortaleza. Se trata de la gesta de
sabiduría y coraje desplegados por Harry S. Truman en 1948. Dado por muerto por toda la prensa
americana, y con un Partido Republicano a las puertas de Casa Blanca, Harry
Truman se fue al País --- en trenes que recorrieron pueblos grandes y pequeños
--- para explicarle a los norteamericanos la incompetencia y avaricia de los
republicanos. Citó una Sesión
Especial del Congresos y le sometió 18 importantes proyectos de ley, de los
cuales no aprobaron uno sólo. ¡Ah
ja!, concluyó Truman, este es el “do nothing Congress”. Los maseteó, los describió tal cual
eran, y los derrotó, porque el pueblo necesitaba explicaciones y las tuvo.
En esa
jornada, el objetivo del desenmascaramiento no sería el PNP, con su
desvergonzada herencia de corrupción, sino que lo sería también la Legislatura
del PPD, que quiere administrar al País desde Puerta de Tierra.
Si esta
gesta se diera, su lección moral no sólo me recordaría a Harry Truman, sino un
viejo drama del Oeste vaquero, en que Alan Ladd mostró la diferencia que hace
ante las crisis un hombre con coraje, pantalones, y testosterona. De lo contrario, la masa oportunista de
su partido --- en la Legislatura y fuera de ella --- lo derrotarán. Y entonces se oirá, como se dijo del
Crucificado, que “fue llevado al matadero y no abrió su boca”.