El
breve discurso que a manera de informe pronunció el Gobernador en la tarde de
hoy representa el primer intento --- exitoso, espero yo --- de buscar el corazón
y la cabeza del pueblo de Puerto Rico sobre la terrible crisis fiscal y económica
que heredó de manos de los últimos siete gobernadores de Puerto Rico, aunque
cada uno de ellos lo nieguen ahora, desde sus nichos de privilegio e
insensibilidad.
Fue un
mensaje breve, al punto, franco y efectivo en la transmisión de una crisis
fiscal sin precedentes, y de una crisis económica desatada desde que Pedro
Rosselló, Luis Fortuño y Carlos Romero Barceló traicionaron al País al
solicitar la eliminación destructiva de las industrias 936 en 1998.
En los
años tardíos de la década de los 30 del pasado siglo, Luis Muñoz Marín,
angustiado por la irresponsabilidad de Washington sobre los problemas de
nuestro pueblo, se la pasaba entre Washington y los campos de Puerto Rico
buscando comprensión y ayuda para Puerto Rico, buscándole la cabeza y el alma
al pueblo oprimido, explotado de Puerto Rico, para enrolarlo en su propia redención
a través del voto limpio y honesto.
Rodeado como estaba por la vasta maquinaria opresiva de las fuerzas vivas
--- o la mano muerta --- de los centralistas y hacendados de la caña, el café,
y del comercio de importación, Muñoz rompió aquel cerco yendo directo al alma y
la cabeza del pueblo mismo, miserable en su economía pero honesto en el fondo
de su conciencia sobre las causas de su miseria, que no era natural sino
creada.
Vivimos
hoy en una sociedad distinta, abocada al consumo conspicuo y a ayudas
gubernamentales que evitan la miseria, aunque no su pobreza. Acciones irresponsables, politiqueras,
desde Luis Ferré hasta Luis Fortuño han destruido el crédito del País, el
empleo seguro, los servicios públicos de calidad, y las expectativas cada día
de una vida mejor. Cada uno de
esos gobernadores reclaman ahora el “yo no fui”, cuando el pueblo sabe que
“todos fueron”.
Pero el
pasado no resuelve el presente, excepto como lección para poner la honestidad
al frente de las reparaciones necesarias.
Alejandro García Padilla no puede administrar ni corregir el
pasado. El mensaje de esta tarde
debe ser el comienzo de una sinceración total con la realidad y con el
pueblo. Si le busca bien al pueblo
su cabeza y su corazón, como hizo Luis Muñoz Marín en los años 30 del pasado
siglo, encontrará en la decencia básica de ese pueblo --- de “la gente”, como
dice Alejandro --- los recursos y los estímulos morales para dar, con éxito, la
gran pelea por Puerto Rico.
El
discurso de esta tarde deberá ser el comienzo, con la verdad por delante, y con
la fe en y la comunicación directa con el pueblo como programa.
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