Es
impresionante la capacidad de la mente humana para desviar la atención y
proyectar en otros las consecuencias de nuestros errores. Parece, conforme a este síndrome, que
la culpa es siempre de otro. Examinemos,
con relación a nuestra debacle crediticia, la curva ascendente de esta locura,
de esta irresponsabilidad, de parte de gobiernos elegidos por nosotros, algunos
en forma repetida.
Hasta
concluir el mandato de Roberto Sánchez Vilella el primero de enero de 1969, la
actividad de financiamiento a crédito era microscópica. Aún así, recuerdo que Don Roberto se preocupaba de nuestra
incipiente dependencia del fiao, y de sus beneficiados: los Bravos de Boston y
los Piratas de Pittsburg, porque los corredores de bonos de entonces eran la
First Boston Corporation y la Mellon Corporation de la ciudad de
Pittsburg. Lo que era desde
entonces una perspicaz preocupación se ha convertido en pesadilla, y quizás
tragedia más adelante.
En el
desconcierto que ha provocado esta crisis de capacidad financiera para
responder por tanta irresponsabilidad acumulada --- por los Hernández Colón,
los Romero, los Rosselló y los Fortuño de la vida, con una responsabilidad
compartida --- aunque menor --- por Sila María Calderón y Aníbal Acevedo Vilá, me
sobrecogen los análisis airados, política e ideológicamente encendidos de falsa
moralidad culpando no al pueblo de Puerto Rico electoral, y sus elegidos que
para complacer a sus clientes electorales ofrecieron y dieron lo que no tenían,
porque era prestado, en una actitud cínica de que el que venga atrás que arree.
Llegó
el momento de la verdad, impuesta por la terca realidad de la embrolla, cuyo
pago requiere enormes sacrificios.
A
diferencia de los analistas que siempre ven la paja en el ojo ajeno, yo no creo
que los culpables sean los bonistas o las casas de corretaje. Ellas no nos impusieron la deuda. La solicitamos nosotros. Su profesión es la ganancia y la
especulación monetaria. El que
presta impone las condiciones.
Nosotros --- ese colectivo que lógicamente incluye a los pasados seis
exgobernadores --- las acepta o no hay juego. Insultando a los bonistas no resolvemos nada. Quizás podemos informarlos, educarlos,
sobre el record de buen pagador de Puerto Rico. Lo demás es rabieta ideológica de los “usual suspects”.
En términos
de lo que la hora exige, y de la necesidad de responder por el buen nombre de
Puerto Rico, el gobernador está enfrentando la crisis con inteligencia,
realismo y voluntad. Esa necesidad
nos va a doler como sociedad, pero enfrentarla es muy superior, como actitud, a
los planteos puramente ideológicos de abstracción de la historia y las
alternativas reales. Se trata de
una lucha en desventaja, como deudores en depresión económica, pero la
inteligencia y la voluntad, empleadas honesta y firmemente, pueden hacer la
diferencia.
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