Existe,
entre los poderes gubernamentales --- el Ejecutivo y algunos sectores del
Legislativo --- una confrontación sobre el destino de la AEE. El
debate, a veces sordo y otras veces a viva voz, obedece a dos factores históricos. Por un lado el recuerdo de los días
gloriosos de la agencia en las manos hábiles y eficientes de sus creadores y
administradores, Don Antonio Luchetti y Don Rafael Urrutia, entre otros, antes
de caer en las manos de las mediocridades que le sucedieron, cuyos nombres no
vale la pena resucitar. Por el
otro lado, y no empece, sin embargo, la decadencia de su prestigio, una cosa
permaneció clara: que es el
principal bien público del País, bien o mal administrado y objeto natural de la
codicia privada proveniente de los golosos aspirantes a poseerla y explotarla,
de espalda al interés público y el Bien Común.
Las
administraciones políticas que no creen en su naturaleza pública, de acerbo común,
quisieran poseerla y exprimirla para sus propios fines de lucro de espaldas al
servicio al pueblo, para lo que fue creada.
Desafortunadamente,
esos intereses privados han encontrado oídos prestos a escuchar sus cantos de
sirena. Los que esos oídos prestan
capitalizan en la corrupción habida en la agencia, afortunadamente en su mayor
parte extirpada por la presente administración, para justificar su entrega al
principio del lucro y la codicia privada.
Recuerde
el lector, el empresario privado tiene un sólo principio rector: su lucro, su ganancia, y todo lo demás
es aleatorio, incidental a su gula capitalista. Esa es su naturaleza, que no esconden. Lo condenable y ridículo es que
servidores públicos electos o nombrados prediquen su relevancia en el tablero político
a base de la venta del bien común --- el servicio al pueblo con los recursos
del pueblo --- al bien particular para poner los recursos del pueblo en manos
de los que sólo obedecen a su propio lucro y ganancia. ¿No fue acaso suficiente la experiencia
que tuvimos con la funesta Autoridad de Aguas?
De eso
trata el confrontamiento que le hacen al Gobernador desde el liderato del Senado,
el primero cumpliendo su palabra programática al pueblo, y los otros dándole la
espalda, en aras de un protagonismo vacuo.
La AEE
es, demostrablemente y por opinión autorizada de los más eminentes economistas
del País, el haber más significativo --- cualitativa y cuantitativamente
hablando --- del País. No debe someterse
a pública subasta como su fuera un pulguero de otra manera fracasado, y por
ello liquidable.
En este
asunto crucial, el Gobernador tiene tras de sí al País. Debe actuar como tal.
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