Puerto
Rico vivió, durante las dos décadas de 1940 a 1968, una experiencia política,
social y constitucional que podría llamarse de vida ascendente en todos los
sectores de su configuración social.
Sólo la India de Nehru y el pueblo de Israel bajo Gold Meir y Menahem
Begin lograron adelantos comparables desde la miseria hasta niveles aceptables
de vida tolerables y de progreso sostenido, que en el caso de Israel continua y
en el caso de Puerto Rico llegó hasta los años setenta del pasado siglo. Después nos arrolló la decadencia y la
corrupción, hasta los niveles de decrepitud economiza y fiscal que hoy
padecemos, gracias a políticos mediocres, sensuales del poder, y corruptos
hasta la médula, de 1993 hasta hoy, desde Pedro Rosselló hasta Luis
Fortuño. En el medio Sila Calderón
y Aníbal Acevedo Vilá fueron meramente ineficaces e improductivos.
Pero
eso es el ayer, y estamos en el hoy.
Desde ese hoy miramos al pasado --- tres cuartos de siglo atrás --- y
nos sorprendemos sobre cómo fue posible que de una isla desolada, anémica
económicamente y miserable económicamente, brotara una generación de creadores,
patriotas, arquitectos de una alzada histórica que maravilló al mundo, Luis
Muñoz Marín, Roberto Sánchez Vilella, Ernesto Ramos Antonini, Vicente Géigel
Polanco,Antonio Fernós Isern, Antonio Luchetti, Manuel A. Pérez, Sergio Cuevas
y dos docenas más de patriotas creadores de una vida pública efectiva, honesta,
competente, en total abandono de sus intereses personales privados. Desde su riqueza moral crearon la vida
ascendente del País, a precio de la pobreza personal cuando pudieron haber
optado por la opción de la riqueza
personal.
Fueron
los arquitectos de una catedral de muchas mansiones y de generosa acogida para
las masas pobres, las destrezas de una nueva y creciente clase media, y de un modelaje
de servicio público sacrificado en su ética de servicio.
Fueron
los arquitectos del moderno Puerto Rico.
Tenían un plano moral idealista, pero realizable y realizado. Pero entonces llegaron los políticos de
medio pocillo. Los manipuladores y
cínicos del poder. Los narcisistas. Y destruyeron la obra heredada. Sobre los escombros de ese derrumbe,
nuestros políticos de hoy andan como albañiles, con una latita llena de una
mezcla de ambición y oportunismo, tapando rotos, huecos, en las paredes de la
vieja arquitectura.
Algunos
son sinceros, honestos y dedicados, pero el derrumbe ha sido muy grande. Los lineamientos de la vieja
arquitectura se han quebrado, y es muy difícil recobrar la geometría de las
columnas y vigas de la vieja estructura, que eran el patriotismo, la
abnegación, el desinterés monetario y la felicidad pública como base de la
felicidad privada.
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