Un discípulo
mío... de los años cincuenta del pasado siglo, de raza negra que ostentaba con
orgullo y que utilizaba para ponerle banderillas morales a los blancos --- y
mucho más a los blancucinos ---, de apellido Zenón, imaginativo e inteligente, decidió
dramatizar con el título de un libro suyo la ambigüedad moral de los que
entonces rehuían el tema del prejuicio racial. Ese libro lo tituló “Narciso Descubre su Trasero”. Fue un logro literario y un éxito social
y político.
Recuerdo
hoy al antiguo discípulo en ocasión de las expresiones del juez federal --- del
Primer Circuito de Boston --- Juan Torruellas sobre el predicamento de Puerto
Rico tras 116 años de imperialismo e irresponsabilidad de los Estados Unidos
para con nuestro pueblo. Es verdad
que durante ese largo purgatorio se le han arrancado al imperio varias
concesiones, de 1917, 1948 y 1952, todas abrumadoramente respaldadas por el
pueblo y la mayor parte del liderato político puertorriqueño. Pero en términos del derecho natural y
del derecho internacional vigente desde 1948, todo eso no constituye sino una
burla del compromiso asumido por los Estados Unidos en el Tratado de París que
puso fin a la Guerra Hispanoamericana, de “determinar, por el Congreso el status
político y los derechos de los puertorriqueños”, de una manera permanente. Una burla, sostenida por el poder
imperial y la debilidad objetiva --- económica y militar --- de nuestro
pueblo. En otras palabras, un
abuso del poder imperial. Busque
el lector en la historia de las ideas un tratadista que sostenga que el poder
justifica o es base de derecho de dominio. No lo encontrará porque no existe, que no sea en la práctica
imperialista de los Estados Unidos después de más de 67 años de descolonización
en el mundo, desde África, Asia, Oceanía y el Caribe.
Conocí
al juez Torruellas en 1969, cuando compré un apartamento suyo en el condominio
Kings Court del Condado. He
seguido su trayectoria profesional, y se trata de un hombre liberal, íntegro,
profesionalmente competente y ético.
En estos días, en un seminario de juristas en la Universidad de Harvard,
junto a otros distinguidos puertorriqueños, ha afirmado que es intolerable el
imperialismo político y la explotación económica de parte de los Estados Unidos
en Puerto Rico. Le aplaudo con
pandereta de Pentecostal por esas valientes y sinceras declaraciones.
Para
corregir el abuso imperial él propone un boycot de las tiendas y plazas comerciales
norteamericanas en Puerto Rico, porque si eso es lo que le interesa de Puerto
Rico a los Estados Unidos, por ahí es por donde hay que atacar, porque por ahí
es que son vulnerables. A ver si
entonces miran hacia acá y asumen su responsabilidad.
Detrás
de esa declaración dramática, ¿que tesis política late dialécticamente? ¿No está el juez descubriendo su trasero estadista, como respuesta a ese
boycot? ¡Soy todo oídos!
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