No es
la mejor condición para asumir el mando de un barco en alta mar: mitad debajo del agua y mitad a
flote. Estoy seguro que el
Gobernador no sabía la condición del barco que asumía. El brillo aparente del Titanic hacía implausible
su hundimiento. Puesto que el
Titanic no tenía remedio, no puedo ajorar la analogía con la nave que Alejandro
heredó hace año y medio.
La dimensión
del desastre que le entregó Luis Fortuño era tal que dudo mucho de que el nuevo
gobernador tuviera una idea cabal de su herencia. Por eso en sus primeras presentaciones al pueblo decidió no
resaltar los fracasos y las mentiras de Luis Fortuño, sino invitar al futuro y
recobrar el tiempo perdido, por lo que adoptó lo que llamé el “optimismo metodológico”,
a ver si encendiendo la esperanza y la buena fe del pueblo se trascendía la
quiebra económica y fiscal que heredó de aquel cínico paquete vestido de
gobernador que fue Luis Fortuño.
El último
mensaje del Gobernador al País y a la Legislatura nos mostró la otra cara de
Alejandro, que parece decir “a lo hecho, pecho”. En otras palabras, asumida su dedicación y honestidad
personal, a hacer lo que hay que hacer, no importa las consecuencias
partidistas. Eso sería verdadero
liderato político y moral. No
queda otro camino. La verdad es la
mejor política.
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