La
discusión pública que ocurre en el gobierno de Puerto Rico, desde la sociedad
en general, y por parte de los analistas que desmenuzamos los números que el
gobierno publica y los cambios que quiere hacer en esos números, activa tres
dimensiones de evaluación para los problemas que nos acosan. Esas tres dimensiones están captadas en
mi título de hoy: política --- teoría y práctica del
bien común; axiología --- tabla de
valores y prioridades personales y sociales; y aritmética --- el control cuantitativo, la métrica con que juzgamos
soluciones y posibilidades de superar nuestras crisis, especialmente la
financiera y fiscal.
El
nivel político es sencillo: se
trata de para qué --- en la democracia --- instituimos organizamos y elegimos
gobiernos. Dado que todos no
podemos gobernar a un tiempo, y que el no gobierno --- la anarquía --- es una fantasía,
tenemos que autorizar gobiernos para que sirvan al Bien Común y no a sí mismos,
ni a grupitos de oligarcas que pasan falsamente de aristócratas, esto es,
“gobierno de los mejores”. Tal
cosa no ha existido nunca ni existirá en la historia.
Puesto
que el gobierno democrático es el gobierno para realizar la justicia, esto es,
el Bien Común, es necesario que gobierne desde una jerarquía de valores, de
prioridades, para que el Bien Común no resulte en el bien de unos pocos. Eso supone una base económica firme y
estable a la luz de los componentes financieros y fiscales que hacen posibles
los programas de justicia social que definen el Bien Común.
Esos
programas políticos conforman y definen una axiología --- una acción concreta
de prioridades que pueda convocar el respaldo de la ciudadanía. Cuando la economía de un país democrático
entra en recesión o depresión, los principios de justicia --- qué va primero y
qué va después --- se estremecen, y demandan que sus líderes hablen claro y
tomen decisiones firmes, conforme a jerarquías de valores y prioridades que
satisfagan la opinión pública, política y en general del pueblo.
Eso ha
hecho durante los últimos dos días Alejandro García Padilla. Ante sus propuestas realistas,
valientes, y viables, hemos visto las reacciones patéticas, ignorantes y demagógicas
de los principales culpables de esta crisis. Hemos visto también el purismo ideológico de algunos
analistas disecados en el pasado, a nombre de ideologías superadas por la
historia. Tienen un problema
de aritmética, puesto que para complacer sus gustos ideológicos tendrían que,
si restan por un lado, sumar por el otro para que el total necesario resuelva o
alivie la crisis. Me recuerdan a
mi antiguo mentor --- Aristóteles de Estagira --- cuando le preguntaron por qué
no seguía la doctrina idealista y pura de su maestro Platón, que suponía entregarle
el gobierno a los filósofos reyes, poseedores del saber y la virtud
absolutas. “Muéstrenme uno, uno sólo,
de esos seres maravillosos y yo con gusto les entregaría el poder. Pero no he conocido ninguno”. Y yo añado, ni en Atenas ni en Puerto
Rico.
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