miércoles, 7 de mayo de 2014

Luis Muñoz Marín sobre los Republicanos: “Son los Mismos”


Desde los albores mismos del siglo 20, correteando por la imprenta de su padre, Luis Muñoz Rivera, Luis Muñoz Marín conoció lo que más tarde llamó “la subcultura republicana” de José Celso Barbosa, Rafael Martínez Nadal y Miguel Ángel García Méndez.  Esa subcultura adoraba el capital, el dinero, la pequeña oligarquía del café, el tabaco y la caña de azúcar y a sus instrumentos representativos del gran comercio y los abogados políticos que lo manejaban.

Su dios era el dinero, su patria los Estados Unidos, y su credo político un gobierno débil que permitiera la explotación privada del trabajador.  Eran, aquellos republicanos, hasta 1940, dueños de la tierra, de la hacienda, del comercio, y de la Legislatura insular, donde sus abogados hablaban por sus clientes.

Elección tras elección, todo se iba transformando en Puerto Rico --- especialmente después de 1940 --- menos los republicanos.  No en balde el mote efectivo de “son los mismos” con una subcultura heredada desde los primeros años del siglo, y ¡asombra, lector, todavía hoy!

Acaban de salir para la sala pública al desnudo, sin ropa y sin recato, a defender la politiquería dentro de las agencias de gobierno para que el servicio dependa del partido y no de la obligación moral de responderle al ciudadano en sus necesidades.

Es el colmo de la desfachatez atacar la propuesta generosa del Gobernador para que se legisle para asegurarle al ciudadano un servicio eficaz y honesto, no importa los colores y los partidos.  Debieran abrazar la propuesta, ya que como partido de minoría serían los principales beneficiarios de una administración pública honesta, objetiva, igual para todos los ciudadanos, al margen de los partidos.  Por el contrario, han reaccionado como adictos a la droga del abuso del poder, de la politiquería burda, de la ramplonería administrativa.

¿Cómo debieron acoger la abnegada propuesta de Alejandro?  De dos maneras.  Primero, reconocer el gesto de rescate del servicio público de manos de politiqueros vulgares, y darle el prestigio moral que una vez tuvo, de 1942 a 1968.  Segundo, colaborar para que la ley que estableciera ese principio de objetividad administrativa fuera la mejor posible.  Pero no, porque ya están organizando pequeñas tribus irracionales en el gobierno para sabotear, para atornillarse, al margen de los méritos y las capacidades.  Porque para ellos el gobierno no es para servir a todos por igual sino para lucrarse con poder y con dinero.

Hoy, a la altura del 2014, podemos evocar la frase inolvidable de Muñoz sobre los republicanos:  ¡“son los mismos”!  

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