Mi
entrenamiento intelectual en la Universidad de Chicago en los tempranos años
cincuenta del pasado siglo me indujo a apreciar el valor del discurso
estructurado. Ello implica que si
se es serio y se quiere ser efectivo en la comunicación ese discurso tiene que
ser articulado en términos de las ideas matrices, o principios, o puntos de
partida en lo que se quiere demostrar.
Si no se habla por hablar y se pretende comunicar algo significativo y
veraz, los principios tienen que estar claros, porque es desde ellos que se
deducen las consecuencias, teóricas o prácticas, que la operación intelectual o
la acción realizarían.
Por
ejemplo, hace toda la diferencia en el mundo si el punto de partida del filósofo,
el político, o el retórico reside en Dios, o en la Naturaleza, o en la acción ética,
política o productiva. Porque a
partir de los principios se hacen deducciones y se construyen argumentos y se
validan o no acciones.
El
mensaje que dirigió Alejandro al País arrancó de dos principios, a
saber: (a) que en la democracia el
pueblo autoriza y legitima las decisiones del gobernante, que por principio
tienen que ir dirigidas a resolver lo que Alejandro llama “la gente”, Muñoz Marín
“el pueblo”, y John Dewey, el filósofo de la democracia americana “los
problemas de los hombres” en sociedad.
Hoy decimos “y las mujeres también”. Y (b) que el gobernante tiene que partir de las
circunstancias que hereda, de “la altura de los tiempos” --- o su bajura --- que
es lo que le ha tocado al Gobernador, al cabo de tantas irresponsabilidades de
sus predecesores en el cargo. Hay
que hacerse cargo del pasado, tan maltrecho como dejó al País para el 2 de
enero del año pasado.
Ahora
bien, con denostar la parte negativa de ese pasado no se cumple la función para
la cual se elige a los gobernadores.
Hay que tener futuro, y si es problemático ese futuro, enderezarlo. No se repudia el pasado heredado
simplemente --- se diseña un futuro posible, y será tan posible como voluntad y
claridad mental se empleen con respecto a las exigencias y los recursos de la
situación que se vive y al cambio que se desea.
El
mensaje de Alejandro reprodujo ecos de “El Propósito de Puerto Rico”, de 1964,
de boca de Don Luis Muñoz Marín.
Trabajo esforzado, motivación limpia, acción y decisiones no
partidistas. Todo el pueblo en
auxilio de todo el pueblo en su hora más angustiosa desde lo años 30 del pasado
siglo.
Los
principios del mensaje de anoche crearon los estándares para juzgar su
desempeño. Porque ya sabemos,
desde anoche, que no es por falta de claridad de agenda que se le fallaría al
pueblo. ¡No habrá excusa!
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