Hace un
par de días el Comisionado Residente Pedro Pierluisi, reclamando ser el segundo
líder electo del País, aunque no aclaró que preside un partido minoritario, se
fue a los cenáculos de las casas de corretaje a lloriquear con ellos --- los
pobres --- por el mal trato que les ha dado el Gobernador. “Yo”, les dijo, “ le doy a ustedes la
ventaja de la duda”. Pregunta que
se gotea: ¿qué duda? Porque en ese asunto los agresores han
sido los emporios especulativos --- apostadores a la ruleta rusa del
mercado. ¿Qué perdón hay que
pedirles? Promete el señor
Pierluisi que cuando el sea gobernador los protegerá y favorecerá, a expensas
de los servicios públicos y los empleos que sostienen a tantas familias
puertorriqueñas. Se trata de una
proverbial traición al pueblo de Puerto Rico, a la vez que le pediría su voto
para consumar su entrega a los bonistas.
Por
primera vez en la historia de Puerto Rico un candidato a gobernador se compromete
a diezmar el servicio y el empleo público para dirigir los recursos fiscales
del pueblo a especuladores implacables e insensibles, que le han declarado la
guerra a Puerto Rico, sobre el que Pierluisi quiere gobernar.
Constituye
un precedente abominable el que un político de oposición, electo para otras
funciones en Washington, se entrometa en una delicada controversia de Estado en
la que el Primer Ejecutivo ostenta --- el sólo, constitucionalmente --- la representación
del País.
Si
Pedro Pierluisi no quiere o no puede ayudar en este trance, que no estorbe uniéndose
politiqueramente a los enemigos de la salud fiscal del País.
Verdaderamente patética la acción de Pierluisi. Se le olvidó quiénes son sus jefes: los que lo eligieron, los electors de Puerto Rico. Para qué?; para velar por los intereses del pueblo. Pero el pájaro se conoce por algo. Los que saben el refrán, completen la frase.
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