Todo
sistema político es analizable en términos de sus instituciones internas ---
los poderes públicos establecidos en su constitución, más los organismos
administrativos que surgen de esa constitución --- y del ambiente externo que
desde la sociedad le hace demandas.
Estas demandas se procesan en la estructura interna del Estado y sus
resultados o soluciones se envían a la sociedad, a la circunferencia de la acción
ejecutiva, legislativa y judicial, mediante el aparato administrativo que
conocemos como gobierno.
Es
sistema social externo de donde surgen los agentes y oficiales del pueblo como
gobierno representa un sistema de facilidades y resistencias a ser
consideraras, procesadas por el sistema jurídico institucional interno, que
llamamos estado o gobierno. Se
concreta su actividad en demandas, exigencias, peticiones, que rodean como
piel, y a veces como aparato ortopédico las acciones del estado.
Reducido
este planteo a la acción del gobernante y el político desde el poder, es
obligación moral del ciudadano y de los que lo juzgan entender la estructura de
ese ambiente externo al que va dirigida la acción política y las decisiones
gubernamentales. Porque muchas
veces esas acciones tienen poco que ver con los deseos, o con las mejores
intenciones al momento de la decisión, ya que tienen que contar con y están
limitadas por el ambiente --- resistencias y limitaciones --- del sistema político
en que se opera, a modo de camisa de fuerza que restringe al organismo político
desde el cual se opera.
Dice el
viejo refrán inglés que “if wishes were horses, beggars could ride”. Si no existiera en una sociedad política
abierta, democrática, un sistema de resistencias a los mejores programas e
ideales, Lincoln no hubiera necesitado una cruenta Guerra Civil para abolir la
esclavitud en Estados Unidos, ni Roosevelt una revolución moral y social para
establecer su Nuevo Trato. Y si no
existieran las opíparas casas de corretaje financiero como intermediarios
financieros, la vida de Alejandro García Padilla fuera un paraíso donde los
buenos propósitos se realizarían automáticamente. De ahí que todo gobierno debe tener claro --- y todo pueblo democrático
entender --- que con buenas intenciones no basta. A los gobiernos hay que evaluarlos a la luz de su brega
interna --- los mejores programas y las mejores intenciones --- y de las resistencias
externas que amenazan los mejores propósitos.
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