El
Partido Popular Democrático representa, en la historia de Puerto Rico, el
partido más longevo a los tres cuartos de siglo de su productiva vida, y el más
exitoso y productivo de creaciones y servicios al País, en lo político-constitucional,
en lo económico y en lo social.
Desde el desarrollo económico, la justicia social y la autonomía política
con relación a Estados Unidos, no ha tenido ni tiene paralelo o contrincante
viable ante el electorado sensato y prudente de Puerto Rico.
Lo
anterior no representa un reclamo, un alegato, ni una teoría: se trata de la
realidad objetiva de las cosas, en la historia y en la sociedad.
Esta
tesis histórica cuenta con una sola excepción: 1968, porque de allí es que
surge su adversario político de hoy como penepeísmo estadista. Lo que se ventila hoy como desiderátum político
--- estadidad contra autonomía, es decir estadidad machorra contra Estado Libre
Asociado productivo, no es sino el resultado de un tantrum político de Don Luis
Muñoz Marín ante la “insolencia” de un gobernador y de un grupo generacional
que lo acompañamos, de aspirar a que democráticamente se escucharan nuestras
ideas y preferencias en una primaria limpia para todas las alternativas que
entonces competían.
Aquel
brote caudillista de Muñoz rompió la unidad del PPD y le dio entrada al PNP a
la legitimidad democrática con una minoría del voto registrado. Lo demás es historia.
El
episodio es lamentable y costoso en sus consecuencias, ya que en la ocasión
anterior en que se retó la integridad del PPD Muñoz había procedido --- en
1948, frente al Congreso Pro-Independencia, firmado por líderes y legisladores
populares --- con meridiana claridad y cuentas claras: el PPD no era un partido
independentista. Porque entonces
un grupo de líderes --- excelentes personas, patrióticas a su modo e
inteligentes --- pretendieron hacer del PPD un partido independentista, rechazando
su postura oficial desde 1938 como partido autonomista, heredero de Baldorioty
y Muñoz Rivera.
Luis
Muñoz Marín le advirtió al Partido Popular, en una frase profética, que “si se
dividen, se revientan”. En 1948 le
puso fin, clara y tajantemente, a la pretensión independentista dentro del PPD,
incluyendo la Legislatura. De allí
en adelante el Partido caminó a gloriosos triunfos: 1948, 1952, 1956, 1960 y 1964.
En el
1968 un grupo de líderes, de dentro y de fuera de la Legislatura, respaldamos
la reelección de Roberto Sánchez Vilella a la gobernación. La vieja guardia conservadora y caduca
del PPD discrepó, lo que en sí no era malo sino legítimo. Pero Muñoz en vez de arbitrar las
diferencias y resolverlas democráticamente, optó por el manotazo caudillista, y
pisoteó la democracia y la unidad del Partido.
“Si se
dividen, se revientan”, ¿recuerdan?
Una
pareja división amenaza hoy al PPD, dirigida por un grupo de “soberanistas”,
que usan como máscara el concepto para encubrir su independentismo. Se trata de ganar indulgencias con
escapularios ajenos. ¿Por qué y
para qué? Dejo al lector la
respuesta, por ahora. Porque detrás
de este análisis hay aun más historia.
Si dividimos la economía en dos sectores, el público y el privado; y en el sector público la productividad marginal es negativa, ¿para qué tratar de allegar recursos al sector público? La teoría simple de la optimización nos dice que hay que mover recursos del sector público al privado hasta que las productividades marginales de los dos sectores sean iguales. Si esto es así, hay que reducir el tamaño del gobierno.
ResponderEliminarSi dividimos la economía en dos sectores, el insular y el continental, el salario insular, a largo plazo y (other things being equal) va a ser igual al salario continental menos los costos de emigrar. Entre más suba el salario continental más va a subir el salario insular. De la única manera que se puede reducir el salario insular es eliminado la libertad de movimiento del factor trabajo de manera de crear un exceso de oferta de trabajo en el mercado insular. Eso ni la república independiente lo contempla.
Uno de los costos de la migración es el tener que aprender inglés. Si enseñamos inglés en Puerto Rico, menor será el costo de emigrar y mayor serán los salarios en la ínsula.
El desarrollo económico no puede estar predicado en salarios bajos.
Por el contrario, altos salarios es el objetivo del desarrollo económico.
Los salarios altos dependen de una productividad marginal más alta. A medida que la población emigra aumenta la productividad marginal del trabajador.
Lo único que puede hacer el gobierno para aumentar la productividad es contraerse.
Lo que quiere decir poner fin a la era del gobierno paternalista.
La incorporación provee un límite a la expansión del gobierno y provee también el incentivo del crédito al trabajo para efectuar esa transición del sector público al sector privado.
Los que se perjudican, a corto plazo, son los políticos que invirtieron su capital político en la expansión del gobierno y los que le prestaron al gobierno bajo la falsa premisa de que el gobierno tendría acceso permanente a los fondos 936 o de que la productividad marginal del gobierno no bajaría a medida que éste creciera.
A la larga todos se benefician de la incorporación como resultado del aumento general en la productividad.