lunes, 14 de enero de 2013

Carmen Yulín Cruz Soto: La Aparecida


Hace 52 años, mientras disfrutaba de una beca post doctoral en la Rockefeller Foundation en la Escuela de Economía de Londres, conocí a un erudito canadiense especialista en la historia de los partidos políticos de Inglaterra durante los siglos 18, 19 y 20.  Sus investigaciones fueron vertidas en un grueso volumen --- The History of British Political Parties.

Su nombre era Robert McKenzie y trabamos una amistad personal y académica, que incluyó sus visitas, con otros compañeros, a mi residencia en la calle Kenton, próxima a la famosa Russell Square, junto a otros colegas, uno de los cuales traje a la Universidad de Puerto Rico, de nombre Asher Tropp.

Pues bien, la tesis central del libro de McKenzie era por demás sencilla:  los líderes políticos en las democracias anglosajonas se convertían en tales no por herencia, nombramiento o asalto al poder mediante la fuerza del dinero o la pretensión oligárquica, sino en virtud de que sencillamente “aparecían” en el escenario político y succionaban el aire por sobre todos los demás.  Es decir, el auténtico líder “aparece” y se queda con el escenario.  Sostengo que en el Puerto Rico que vivimos, sólo Carmen Yulín Cruz Soto llena las especificaciones del líder que no hereda, a quien no nombran, y quien no puede comprar u obligar a su reconocimiento, sino que mediante su carisma personal, su carácter, se impone, “aparece”, y deja sin aire a los líderes usuales y pedestres que, o compran, o suplican, o heredan su reclamo al poder político.

Frente a esos “aparecidos”, los líderes usuales y ordinarios parecen mecánicos, plomeros, hojalateros del poder, sin “ángel”, sin intuición moral magnética frente al pueblo que clama por guías.

Lo que observamos hoy, en la toma de posesión de la flamante alcaldesa de San Juan, es un caso patente de lo que mi amigo Robert McKenzie llamó al auténtico líder: el “aparecido”.

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