El
drama que se escenifica ante el País, con los legisladores del PPD como pésimos
actores en este teatro del absurdo, representa una instancia de lo que en la
tragedia griega Aristóteles llamó una “reversión de intenciones”. Es decir, lo que la lógica de la acción
prometía se convierte en su contrario, y el compromiso solemne con el pueblo se
convierte en gansería, gollería de dólares y centavos.
A
mediados del siglo 18, cuando Juan Jacobo Rousseau escribió su tratado sobre
“el contrato social” mediante el cual el pueblo entrega sus derechos del estado
de naturaleza al estado civil, para que lo proteja, se hacía la pregunta de qué
se haría en caso de que algunos individuos no quisieran entrar en el contrato
social, esto es, en el compromiso cívico para que el estado los represente, y
la respuesta de Rousseau no se hizo esperar: puesto que el contrato social es lo que asegura las
libertades cívicas de todos, a los que se nieguen a honrarlo “hay que
obligarlos a ser libres”.
Nada más
apto que esa doctrina del sabio francés para captar la naturaleza y las
consecuencias políticas y morales que la rebelión de los jaibas legislativos
populares le plantean al gobernador Alejandro García Padilla y al pueblo que
votó por todos ellos confiando en su palabra empeñada.
La
voluntad temeraria popular de incumplir su compromiso toma cada día que pasa
formas más ridículas y risibles que las del día anterior. Es lamentable que el Presidente prospectivo
de la Cámara haya asumido el liderato de esa gansería porque en teoría
constitucional la Cámara es el cuerpo más representativo del pueblo. Todas las propuestas con que quieren
socavar la reforma legislativa son falsas, históricamente falsas y moralmente
tunantes. Creíamos que eso había
terminado con la pandilla de Foruño y compañía.
El
legislador a tiempo parcial, ciudadano, produjo para el País de 1941 a 1992, la mejor legislación de
su historia, con una sola sesión legislativa, y con sueldos de $450 al mes y
diez dólares hasta veinticinco de dietas, dependiendo de la distancia. El tumbe cotidiano que estos legisladores
realizan --- únicos en la Federación Norteamericana --- no tiene precedentes en
la historia de la gollería hipócrita y parasítica. Muchos nombres de personas aparentemente serias se han manchado
en este proceso. Todavía están a
tiempo.
Los
legisladores populares que realizan esta trampa contra sus electores no sólo
agreden al sentido ético del pueblo, sino que retan y amenazan al gobernador García
Padilla con el descrédito moral “ab intitio”, a la soltada, porque quisieran
verlo donde ellos habitan, en la catacumbas de la busconería que desprecia al
pueblo. Parecen pensar que el
pueblo está para votar como se le dice, y que en adelante se calle la boca.
Confío,
con el pueblo, que Alejandro le de un mentís a esa monstruosa mentira política
y moral. Si cede ahora, no habrá
respeto para el resto del cuatrienio, y en consecuencia no habría el líder que
el pueblo necesita y por el cual creyó votar.
No es
para julio que el pueblo quiere esa reforma, que es legislativa, pero mucho más
moral. Y no es para la mitad de
los legisladores, permitiéndole a ocho o diez legisladores de la maquinaria de
los Presidentes para seguir con sus privilegios. Si quieren trabajar y ganar a tiempo completo, que renuncien
a ver si en la calle ganan más.
Las
batallas que no se dan a tiempo echan a perder las guerras. Una solución politiquera --- mitad y
mitad --- resultaría mortal para el gobernador. Y él representa, hoy por hoy, la única esperanza para esa
reforma.
Estimado profesor,
ResponderEliminarLo echo de menos. Espero este disfrutando de la actividades de juramentación de los diferentes funcionarios. Esparamos su columna y que nos sirva de guía mientras recuperamos la salud de nuestra democracia. Su cátedra hace falta.
Hasta pronto,
Andres