martes, 15 de enero de 2013

De Sócrates y San Agustín al Liderato del PPD


El memorando viene de lejos, surcando siglos y civilizaciones, desde el siglo V antes de Cristo y el siglo V romano, por voz  --- o eco --- de Sócrates y San Agustín, de los cuales con mucho gusto me hago mensajero.

¿Y cuál es el mensaje?  Sencillo, lacónico y profundo:  que el ser humano debe, ante todo, conocerse a sí mismo, según Sócrates, y añade San Agustín diez siglos más tarde: porque “en el interior del hombre es que habita la verdad”.

En estos días en que el liderato legislativo del PPD vacila y da tumbos para decidir si cumple o no su compromiso solemne con el pueblo para reformar las malas mañas y gollerías de los legisladores de ambos partidos, yo acudo al sabio ateniense y al romano para decirle a esos legisladores --- a los de la mayoría popular, porque la minoría PNP es éticamente sorda --- que tienen que reexaminarse por dentro a ver si conociéndose descubren la verdad, sin escamoteos y ganserías numismáticas --- dinero, nada más --- y en base a esa introspección decidir qué clase de legisladores van a ser.  Eso le permitirá al pueblo decidir --- camino al 2016 --- a qué clase de políticos le va a creer la próxima vez.

Si el servicio público representa el ethos --- el carácter --- que obliga a figurar en las candidaturas, no puede ser que el dinero --- el dios de Luis Fortuño y sus rateros --- lleve a políticos que quieren ser tomados seriamente, personas “otherwise intelligent”, como dice el americano, a incurrir en el ridículo de teorías fatulas sobre el trabajo legislativo y su historia.  Eso está bien, allá adentro, calladitos, para conformar a los que le dieron el voto a los presidentes legislativos para que todo se quedara igual.  Pero no delante de la gente.

Que hagan el ejercicio socrático de conocerse a sí mismos, y allí encontrarán la verdad que le prometieron al pueblo, sin vacilaciones convenientes.  Porque si de algo estoy seguro es que el pueblo rechazó el fortuñismo por sus incumplimientos de lo prometido, y sus embustes.  Y el más grande embuste es el incumplimiento.

Cito a otro jurista, orador, y político romano:  “Los contratos de hacen para cumplirse”, dejó dicho Cicerón.  La más mínima vacilación en este asunto --- la reforma moral y financiera de la legislatura --- representaría la brecha fatídica por donde cabría cómodamente el nuevo electorado exigente de Puerto Rico, sintiéndose engañado una vez más.         

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