Es
frecuente en la administración de la justicia que a un grupo de ciudadanos que
por alguna razón ha obrado al margen de la ley, pero que por consideraciones
compasivas o técnicas merecen una oportunidad de vindicarse ante el Estado o la
ciudadanía, se le dispensa una amnistía, un perdón civil, para que sean en
adelante acreedores de derechos hasta entonce negados por la ley. A esa figura política y legal llamamos amnistía. Ella ocurre después de haberse cometido
la irregularidad o violación de ley.
Ahora
bien, se dan circunstancias en la convivencia social en las que uno o un grupo
de ciudadanos viola la ley y sin embargo el Estado opta por no castigarlo con
lo que ordinariamente merecería, en atención a consideraciones prácticas que
aconsejan tal curso de acción a cambio de información que le es útil al Estado
para encauzar a otros que por su número y gravedad de los delitos cometidos es
esencial que paguen su deuda a la sociedad. En ese caso se utiliza la inmunidad al que coopera
con el Estado en su misión de castigar el delito y hacer justicia.
En ese
mapa de procedimientos especiales ante el delito, queda un principio y una practica
que, a diferencia de los dos anteriores, repugna a la razón, destruye la
justicia, y desmoraliza tanto al gobierno como a los ciudadanos ante la ola
criminal que nos arropa --- crimen de cuello blanco, en el gobierno y en la
sociedad y crímenes de dolo y peculado por parte de los funcionarios públicos. Se trata de la impunidad conque se
mira para el otro lado frente a los corruptos y pilletes que, en vez de servir
al Estado y al pueblo, se sirven ellos mismos criminalmente.
Cuando
eso ocurre, el grito democrático siempre ha sido “throw the rascals out”. Aquí, en Puerto Rico, eso fue lo que
hizo el pueblo el pasado 6 de noviembre.
Pero su grito moral ha caído en oídos sordos. A tres meses de esa decisión del pueblo, el nuevo gobierno
está perdido en el bosque, y no se llevó la tiza de Pulgarcito para marcar los árboles
y poder regresar a la claridad.
La
Legislatura popular no es distinguible de la pasada del PNP --- excepto que
aquellos nunca prometieron un régimen de decencia, y estos sí. El afrentamiento económico ha carcomido
las entrañas a lo que una vez fue el PPD de Muñoz, Roberto Sánchez, Fernós,
Ramos Antonini y decenas de patriotas dedicados al servicio público, a costas
de su capital privado, cuando lo tenían.
La trágica
verdad que vive este pueblo es que el PNP constituye --- desde Pedro Rosselló
--- una organización criminal, y que al PPD se le agotó el liderato --- desde
1968 --- y la moral. Es
sencillamente un partido intelectual y moralmente agotado, sin voluntad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario