domingo, 10 de febrero de 2013

Amnistías, Inmunidades e Impunidades


Es frecuente en la administración de la justicia que a un grupo de ciudadanos que por alguna razón ha obrado al margen de la ley, pero que por consideraciones compasivas o técnicas merecen una oportunidad de vindicarse ante el Estado o la ciudadanía, se le dispensa una amnistía, un perdón civil, para que sean en adelante acreedores de derechos hasta entonce negados por la ley.  A esa figura política y legal llamamos amnistía.  Ella ocurre después de haberse cometido la irregularidad o violación de ley.

Ahora bien, se dan circunstancias en la convivencia social en las que uno o un grupo de ciudadanos viola la ley y sin embargo el Estado opta por no castigarlo con lo que ordinariamente merecería, en atención a consideraciones prácticas que aconsejan tal curso de acción a cambio de información que le es útil al Estado para encauzar a otros que por su número y gravedad de los delitos cometidos es esencial que paguen su deuda a la sociedad.  En ese caso se utiliza la inmunidad al que coopera con el Estado en su misión de castigar el delito y hacer justicia.

En ese mapa de procedimientos especiales ante el delito, queda un principio y una practica que, a diferencia de los dos anteriores, repugna a la razón, destruye la justicia, y desmoraliza tanto al gobierno como a los ciudadanos ante la ola criminal que nos arropa --- crimen de cuello blanco, en el gobierno y en la sociedad y crímenes de dolo y peculado por parte de los funcionarios públicos.  Se trata de la impunidad conque se mira para el otro lado frente a los corruptos y pilletes que, en vez de servir al Estado y al pueblo, se sirven ellos mismos criminalmente.

Cuando eso ocurre, el grito democrático siempre ha sido “throw the rascals out”.  Aquí, en Puerto Rico, eso fue lo que hizo el pueblo el pasado 6 de noviembre.  Pero su grito moral ha caído en oídos sordos.  A tres meses de esa decisión del pueblo, el nuevo gobierno está perdido en el bosque, y no se llevó la tiza de Pulgarcito para marcar los árboles y poder regresar a la claridad.

La Legislatura popular no es distinguible de la pasada del PNP --- excepto que aquellos nunca prometieron un régimen de decencia, y estos sí.  El afrentamiento económico ha carcomido las entrañas a lo que una vez fue el PPD de Muñoz, Roberto Sánchez, Fernós, Ramos Antonini y decenas de patriotas dedicados al servicio público, a costas de su capital privado, cuando lo tenían.

La trágica verdad que vive este pueblo es que el PNP constituye --- desde Pedro Rosselló --- una organización criminal, y que al PPD se le agotó el liderato --- desde 1968 --- y la moral.  Es sencillamente un partido intelectual y moralmente agotado, sin voluntad. 

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