jueves, 21 de febrero de 2013

La Crisis del País es Total y Requiere una Respuesta Total


Tomado literalmente, el titulo que encabeza estas líneas es erróneo, porque el tiempo y el espacio político y administrativo es siempre limitado, discreto.  Se trata de cuatrienios, de fechas límites, y de capacidades limitadas, tanto personales como en términos de recursos.

Es patente, sin embargo, que la crisis que nos azota como pueblo --- producto de la complacencia y la superficialidad gubernativa de los últimos cuarenta años --- es total, orgánica, o estructural como repiten por ahí como estereotipo superficial porque suena profundo.

La crisis cumulativa de la educación pública y la Universidad ha producido en los últimos 40 años una ciudadanía intelectualmente chamuscada, no educada.  Y ahora, cuando se piensa que el rol de la Universidad es producir técnicos y obreros diestros, sabemos que ni eso produce porque ha sido desmantelada por unos filistinos incultos que ni papa saben de la educación superior y su impacto creativo --- en todos los ámbitos --- en la cultura total del País.

Todo lo anterior apunta al hecho de que si la crisis es total y los recursos intelectuales y políticos para enfrentarla son limitados y discretos, por lo menos debe existir la conciencia en los gobernantes de que, ante una crisis total, orgánica, no se puede andar por ahí ofreciendo y prometiendo tales ventajas o beneficios para este grupo o aquel, cuando las bases económicas y fiscales del todo gubernamental y social son tan precarias.

Dicho en los términos filosóficos en que lo expresó el filosofo norteamericano John Dewey durante todo el siglo pasado, la política, la ciencia y la experiencia humana en sí, sólo son entendibles y manejables en términos de dos principios: la continuidad y la interacción entre todos los sectores de la realidad a que uno se enfrenta.  Porque a través del tiempo existe una profunda conexión o continuidad de las cosas, en la naturaleza, la historia, la sociedad y la acción.  Por lo mismo, existe también, entre todas esas cosas, una interacción dinámica y palpitante entre todos los sectores o partes del todo social.

Aplicada esa doctrina a nuestra crisis, los actuales gobernantes no pueden proceder en forma suelta, ad hoc, oportunista, en la lidia con nuestra crisis sin precedentes.  No puede haber distribución sin contribución, no puede haber economía organizada sin pisar callos, no puede haber iniciativas facilitantes sin exigir responsabilidades mortificantes, a todos, porque el principio de interacción nos toca a todos.

Si los cambios y depuraciones se hacen con equidad, con razonabilidad, con sinceridad, porque todos estamos implicados, el pueblo entiende si se le explica, mas allá de las frasecitas practicadas para encubrir más que para explicar.

El principio de la continuidad dice que esta crisis no nació ayer.  Que estaba clara ya desde que Rafael Fernández Colón ordenó el Informe Tobin, y luego lo escondió por razones politiqueras para complacer las clientelas electorales que ahora le pasan la cuenta al País.

El principio de toda reforma tiene que ser la verdad, contra los escamoteos continuos de la crisis desde los años 80.  La entrada efectiva a una salida depende de que se comprenda la interacción de todos los renglones que conforman la crisis: economía fiscal, corrupción gubernamental,”rackets” oficiales --- tales como el Fondo del Seguro del Estado, la Comisión de Boxeo, el Seguro Compulsorio, las aseguradoras de salud, el Fondo de Retiro gubernamental y el Judicial, entre docenas de otros.

Soluciones hay.  Desagradables todas.  Lo que falta es voluntad política, y aquella capacidad de abnegación que supere la mentalidad electorera.

Pienso que el espectáculo de incapacidad y egoísmo económico que ha exhibido el liderato del PPD, desde Ponce hasta el Capitolio, y  la incapacidad para enfrentarse, de frente, ha sellado la suerte del PPD para el 2016. 

Sobre la posibilidad de resurrección, la creeré cuando la vea, como el prudente Santo Tomas. 

1 comentario:

  1. Profesor, necesitamos lideres como Carmen Yulin, a quien las rodillas no le tiemblan...

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